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((**Es5.167**) El Ministro pronunció estas palabras con un tono de voz firme, convencido de que había satisfecho los deseos de don Bosco. Mas éste se había sonreído al oír hablar de guardias. -Excelencia, repuso; estoy muy agradecido a su atención, pero no llevaré a cabo mi plan, si no es a condición de que usted me deje ir solo con los jóvenes, y me dé su palabra de honor de que no enviará fuerza pública alguna tras de mí. Cargo con toda responsabilidad; y podrá su Excelencia meterme en la cárcel, si ocurre algún desorden. El Ministro quedó atónito. Y exclamó: -Mire, por la tarde volverá usted sin ninguno de esos pobres bribones. ((**It5.222**)) -Confíe en mí, replicó don Bosco. Y su actitud demostraba bien a las claras que no estaba dispuesto a ceder. Había que decidirse: lo tomaba o lo dejaba. Por otra parte, a Rattazzi le gustaba hacer la prueba; y además, aquel cura le inspiraba plena confianza; así que autorizó a don Bosco para hacer lo que quería. Por lo demás, pensaría sin duda para sí: si alguno se atreviese a fugarse, no les costará a los guardias atraparlo a los pocos días y volver a meterlo en la jaula. Don Bosco volvió en seguida a La Generala a preparar a los trescientos presos para que aprovecharan bien el singularísimo favor que se les concedía. La víspera de aquel memorable día, reunió a todos y les dirigió unas palabras, concebidas en estos términos: -Queridos jóvenes, voy a daros una noticia que os va a gustar mucho. Como premio al afecto que me habéis demostrado hasta el presente, como premio a la buena conducta que desde hace algún tiempo observáis, y, sobre todo, como premio a vuestra correspondencia a mis pobres trabajos durante los ejercicios espirituales, he visitado al Director general y al señor Ministro y he conseguido permiso para llevaros mañana de excursión hasta Stupinigi. En cuanto oyeron estas palabras, aquellos jóvenes lanzaron un grito ensordecedor de sorpresa y alegría imposible de describir. Hecho de nuevo el silencio y obtenida la calma, don Bosco continuó: -Os dáis cuenta de que es un favor muy grande; es una gracia más única que rara, que jamás fue concedida hasta hoy. -íViva el Ministro! íViva don Bosco!, exclamaron a grandes voces los jóvenes entusiasmados. -Sí, viva ((**It5.223**)) el Ministro, prosiguió don Bosco; pero oíd bien, amigos míos, lo más importante. He dado mi palabra de honor de (**Es5.167**))
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