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((**Es4.88**) Grignaschi abusaba pérfidamente de los sacramentos, aparecía en las casas a puertas cerradas, adivinaba los pensamientos más ocultos, hacía creer en mandatos recibidos del cielo y cometía acciones nefandas. La gente parecía hipnotizada. Cuando se ausentaba, era de ver a los hombres, y aún jóvenes, ir a pie y recorrer dieciocho, veinte y más millas ((**It4.102**)) de camino difícil y en ayunas, sólo para verle y oír una palabra suya. Recibía sentado a sus adeptos, los cuales se arrodillaban ante él y los absolvía diciendo: Ego Dominus Jesus Christus te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen. (Yo, el Señor Jesucristo, te absuelvo de tus pecados, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén). Y esparcía sus impías doctrinas a través de personas a las que había engañado e inducido a fingir santidad y virtud, con el malvado intento de ser declarado un hombre extraordinario y un segundo Salvador. Su mirada tenía un no se qué que fascinaba y arrastraba las almas. La gente hablaba mucho de esto. Un tal B... se burlaba de lo que se decía sobre su mirada mágica y quiso visitar a Grignaschi. Apenas entró en la casa se sintió víctima de un horror misterioso, y cuando estuvo en presencia de aquel desgraciado, éste fijó los ojos en su cara, de tal suerte que quedó conquistado; y al oír su voz: -Te esperaba; sabía que ibas a venir-, cayó de rodillas. Desde aquel momento fue todo suyo. Hizo creer al mismo B..., que era San Pablo y a otro amigo suyo que era San Pedro. B..., creía realmente que era San Pablo, se dejó crecer la barba y, juntamente con el compañero, se prestó con toda obediencia a cuanto quería Grignaschi: oraciones, largas penitencias, ir a las tabernas y ponerse de rodillas entre las mesas, suplicar a la gente que no ofendiera al Señor con blasfemias, intemperancias, juegos; y otras cosas semejantes que ciertamente se hubiera negado a hacer, si se las hubieran mandado antes de enloquecer de aquel modo. Y como aquellos dos, todos los demás habitantes, salvo poquísimos o casi sin ninguna excepción. El mismo B..., contándonoslo a nosotros, no sabía explicarse aquella obsesión. Y era una persona rica, inteligente, caritativa y bastante instruida. Se convirtió, gracias a la predicación de don Bosco. ((**It4.103**)) Mientras tanto, las desvergüenzas de la secta llegaron a tal punto de notoriedad, que el Procurador del Rey encarceló a Grignaschi, con trece de sus principales cómplices, entre ellos la Virgen roja, y los llevó ante los Magistrados de Apelación de Casale. Los periódicos de aquel año están llenos del escandaloso proceso. El 15 de julio de 1850, a pesar de la defensa del abogado Angel(**Es4.88**))
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