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((**Es4.73**)((**It4.82**)) CAPITULO IX UN REGALO DEL PAPA A LOS MUCHACHOS DEL ORATORIO - LA FIESTA DE LOS ROSARIOS - ARTICULO DE UN DIARIO CATOLICO - CARTA DEL CARDENAL ANTONELLI - INDULGENCIAS MIENTRAS en Valdocco se quería mucho al sacerdote, en otras partes se recrudecía la animadversación contra la Iglesia. Benedicto XIV había concedido al Piamonte, como Vicario perpetuo, algunos feudos eclesiásticos, con la obligación de pagar cada año a Roma, el 28 de junio, un cáliz de dos mil escudos: el pacto fue confirmado en solemne convención el 5 de enero de 1740, y siempre se cumplió. En 1850 no se quiso pagar el cáliz, porque el Estado se proclamaba dueño de todo y la Iglesia una asociación sin derecho alguno. Pero el angélico Pío IX, aunque por tantos modos ofendido, amaba a los piamonteses y ofrecía a los hijos de don Bosco una nueva ocasión de gran regocijo. Recordarán los lectores que, cuando el Papa desterrado recibió el pequeño óbolo de treinta y tres liras, lo puso aparte, para hacer de él a su tiempo, como dijo, un uso particular. Durante su estancia en Gaeta, el Santo Padre habló varias veces de aquella ofrenda y con gran complacencia la mostró a algunos viajeros, que habían ido a cumplimentarle. Pues bien, un día llamo al eminentísimo cardenal Antonelli, tomó aquella pequeña cantidad, añadió lo que era ((**It4.83**)) necesario, y le dijo: <>. Se cumplió enseguida el encargo y se compraron sesenta docenas, envueltas en dos grandes paquetes. Cuando los tuvo Pío IX, los bendijo, y por su mano los entregó a su Eminencia, diciendo: <>. El cardenal Antonelli, apenas recibió el augusto encargo, envió el regalo al Nuncio Apostólico de Turín, acompañado de la siguiente carta:(**Es4.73**))
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