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((**Es4.59**) don Bosco entre ellos porque amaban al Arzobispo como a su protector y padre. El mismo comandante de la fortaleza, conde Viallardi, al recibirlo no pudo contener las lágrimas, y el comandante general Imperor le cedió su propia vivienda. Aquella misma tarde, por cortesía del comandante, Monseñor pudo recibir las condolencias de una comisión del Cabildo Metropolitano, y en los días sucesivos, pudieron llegar a él muchos personajes de la nobleza turinesa y del clero. Don Bosco fue uno de los primeros, y dispuso, además, que varios en representación de sus muchachos fueran a consolar al venerado prisionero. Fueron Félix Reviglio y otro compañero, y al volver a casa, contaban que habían atravesado dos o tres patios cercados de murallas con centinelas y guardias a cada paso, y que al fin llegaron hasta el generoso defensor de los derechos de la Iglesia. Monseñor Fransoni recibió bondadosamente en el departamento que se le había destinado, los homenajes que le presentaban en nombre de don Bosco, y regaló un rosario a cada uno. ((**It4.64**)) Unos días más tarde fueron a la ciudadela cinco muchachos del Oratorio. Bellisio y tres más quedaron detenidos en el último patio al aire libre por los soldados que custodiaban las estancias de antesala. Sólo dejaron pasar a Ritner, el joyero: al salir, profundamente conmovido, entregaba a los compañeros cuatro rosarios de cuentas azules, obsequio del santo Arzobispo. Bellisio, que había entrado en el Oratorio aquel año, conservaba todavía cuidadosamente en 1902 el precioso rosario y lo empleaba para rezar. El Vicario General ordenó oraciones públicas en todas las iglesias de la Archidiócesis, y seguían las demostraciones de afecto y estima al Arzobispo. El 27 de mayo de 1850 invitaba Armonía a los piamonteses a ofrecer un báculo pastoral a monseñor Fransoni. Los más distinguidos del clero y de los seglares respondieron gustosos a la propuesta. Los sectarios se llenaron de indignación. Y cuando Armonía publicaba los nombres de los suscriptores, ellos los reimprimían y los hacían vender por la ciudad, a través de los golfillos que gritaban a voz en cuello: <>. Por su parte La Gaceta del Pueblo, con palabras soeces, injuriaba a los que promovían el testimonio de afecto, entre ellos al canónigo Gastaldi, pero no pudo impedir que se recogieran rápidamente más de ocho mil liras; se obtuvo un báculo precioso aún artísticamente. El nombre de don Juan Bosco apareció el diez de junio en la primera lista de donantes, con la oferta de cinco liras.(**Es4.59**))
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