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((**Es4.549**) porque saltó sobre sus hombros y le arrojó también al fango. Hecho esto, se quedó allí inmóvil aullando y contemplando a aquel par de canallas, como si les dijese: íAy de vosotros si os movéis! Al llegar a este punto cambió totalmente la escena: los dos bribones se pusieron a gritar: ((**It4.718**)) -Don Bosco ípor favor! llame a ese perro, que no nos muerda. íPor favor, piedad de nosotros, llame a ese perro! -Lo llamaré, respondió don Bosco, si me dejáis en paz. -Sí, sí, vaya en paz, pero llámelo pronto, exclamaron de nuevo. -Gris, dijo entonces don Bosco, ven aquí: Y el perro, obediente, se acercó a él, dejando libres a aquellos malhechores que escaparon a todo correr. Sin embargo, pese a la inesperada defensa, don Bosco no se sintió con ánimos para proseguir el camino hasta casa. Entró en la vecina institución del Cottolengo. Allí se rehizo un poco del susto, le aliviaron caritativamente con una oportuna bebida y reemprendió el camino del Oratorio bien escoltado. El perro le siguió hasta los pies de la escalera por la que se subía a su habitación. <>. El gris, como hemos dicho más arriba, fue tema de muchas indagaciones y discusiones, dejando en el aire algo de curiosidad y de sobrenatural; nadie pudo saber jamás adonde se iba una vez cumplida su misión. Don Bosco decía: <>. ((**It4.719**)) Toda esta relación podrá parecer a alguno una fábula. Cada cual es libre de opinar como quiera. Nosotros creemos lícito y de acuerdo con la verdad, admitir que Dios en su paternal bondad quiso servirse de un perro, símbolo de la fidelidad, para defender y confortar a un hombre que desafiaba la ira del enemigo y se exponía a los más graves peligros para guardarse a sí mismo, a sus muchachos y al prójimo siempre fieles a Dios y a la Iglesia. (**Es4.549**))
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