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((**Es4.520**) iban a porfía para rodearle y gozar de su instructiva y sencilla conversación. Tenían a gran honor y era una gran suerte estar en compañía de don Bosco, a quien no sólo amaban, sino que veneraban y consideraban como un santo. El les contaba alguna anécdota amena o edificante, y aprovechaba la ocasión para avisarles o corregirles de acuerdo con las circunstancias, y sus palabras eran como caídas del cielo. A las cinco entraban los estudiantes en el salón de estudio, hasta la hora de cenar: pero, como dos horas y media de trabajo mental podían resultar muy pesadas, los últimos veinte minutos se destinaban a escuchar la lectura de alguna narración edificante que despertase vivo interés. Después de la cena, había escuela de canto para todos. A las nueve se rezaban las oraciones de la noche: durante el verano, bajo los pórticos; durante el invierno, en la antigua capilla-cobertizo, porque la ((**It4.681**)) plática familiar que seguía a continuación, no quería don Bosco se hiciera en la iglesia a manera de sermón. Era un momento que él aprovechaba para dar un aviso o remediar algún pequeño desorden con sus suaves maneras y sus palabras insinuantes y, a veces, con una severidad paternal, que dejaba en todos la mejor impresión. Mientras se rezaban las oraciones, todos de rodillas en el suelo, don Bosco estaba siempre entre ellos. Después de un brevísimo examen de conciencia, subía sobre una silla, o sobre una cátedra a propósito para dar la breve, pero eficaz plática. Sabía estimular maravillosamente al amor de Dios y de María Santísima, infundiendo una u otra virtud, de acuerdo con la necesidad y la oportunidad, y dando normas para progresar por el camino del bien. Una veces horrorizaba a los muchachos hablándoles de la comunión sacrílega, otras les conmovía encomendándose a sus oraciones con gran humildad, porque ne cum aliis praedicaverim, decía, ipse reprobus efficiar (no sea que predicando a los demás, uno se condene). No todas las noches tocaba temas de suma importancia. Cuando no tenía nada que decir sobre el orden de la casa, explicaba el significado del nombre de un ornamento sagrado, por ejemplo, Dalmática, Amito, Planeta, etc., o bien comentaba una frase ritual y su empleo, como Dominus vobiscum, Kyrie eleison, Alleluia, Amen, etc., o hablaba de un arte, o un invento moderno; pero siempre aprovechaba la ocasión para decir lo que quería y le interesaba. No dejaba de narrar el origen de las fiestas establecidas en honor de la Madre de Dios, y contaba muchas veces la vida del Santo que celebraba la Iglesia al día siguiente. Recordaban los antiguos alumnos (**Es4.520**))
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