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((**Es4.507**) >>En fin: Todo para el cuerpo y nada para el alma>>. Las madres angustiadas acudían a don Bosco para sacar de aquellos talleres corruptores a sus hijos, rogándole les buscara un lugar donde pudieran aprender a ((**It4.664**)) ganarse el pan, sin la triste perspectiva de perder el alma. Y don Bosco se afanaba para colocarlos, aún fuera de la ciudad, aprovechando las múltiples relaciones que tenía, decidido al mismo tiempo a no descansar hasta el día en que pudiera albergar a centenares de artesanos en el Oratorio, bajo sus inmediatos cuidados. Pero no era eso todo. Su mente profunda y perspicaz veía los peligros que amenazaban a las naciones y la necesidad de resolver la cuestión obrera con sentido cristiano. Ya se había manifestado el socialismo en los reinos vecinos y amenazaba a Italia. Los partidarios de las malsanas doctrinas, los jefes de las sociedades secretas, persuadidos de que el porvenir estaría ciertamente en manos de quienes hubieran sabido adueñarse del espíritu y del corazón del obrero, empezaban a desplegar un celo verdaderamente satánico, para embrutecer las masas, disponerlas a cualquier exceso y poder montarse sobre sus hombros. Don Bosco, por su parte, también se había propuesto impedir tan grandes desastres por medio de los mismos jóvenes obreros, llevándoles a la única Religión que, juntando las vías del amor y del sacrificio, produce la satisfacción del propio estado. Les recordaba cómo el trabajo manual fue honrado y glorificado personalmente por Nuestro Señor Jesucristo, el cual quiso ser durante su vida mortal un simple obrero como ellos, y describía a menudo su entrada triunfal en el cielo y el premio eterno que les esperaba después de las penas y fatigas de este mundo. Pero él solo no podía realizar su plan de talleres cristianos, lugar de paz, de alegría, de trabajo querido y bendecido, de los cuales salieran después sus alumnos y se esparcieran por el mundo, dispuestos a enfrentarse valientemente con las dificultades de la vida y seguir sin torcerse la línea trazada ((**It4.665**)) por Dios, y ser soldados de la Iglesia y, en consecuencia, del orden público, dentro de las sociedades católicas obreras. Por experiencia sabía que las obras individuales generalmente desaparecen con los hombres que las crean. Por eso don Bosco no dejaba un instante de acariciar el propósito de una Congregación religiosa organizada también para este fin. Era la divina Providencia quien le inspiraba esta idea, como ya se la había inspirado a centenares de fundadores y fundadoras contemporáneos de Piadosas Sociedades, que debían socorrer de mil maneras al obrero (**Es4.507**))
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