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((**Es4.490**) aquellos días un hecho que aumentó el cariño que todos sentían por don Bosco. Así lo narra el profesor don Juan Turchi. <((**It4.643**)) bajo una sombra fresca y perjudicial; yo me constipé. Al ver don Bosco que no comía y que me desmejoraba, me envió a casa, donde el médico me hizo cinco sangrías. Estaba superado el mal, pero yo seguía en la cama sin fuerzas, y aquel estado se prolongaba, amenazando, según creo, con la tisis. >>Alguna semana después, habiendo llegado don Bosco a Castelnuovo para la fiesta del Rosario, vino a visitarme y, al enterarse y ver el estado en que me encontraba, me animó y me dio su bendición, diciéndome que debía levantarme, sanar pronto y volver al Oratorio. No recuerdo bien si fue al día siguiente o poco después cuando empecé a levantarme; pasé bien y rápidamente mi convalecencia, y volví al Oratorio. >>A partir de entonces, gracias a Dios, no he vuelto a estar enfermo. Atribuyo mi curación a la bendición de don Bosco, tanto más cuanto que, después de recibirla, no tomé ninguna clase de remedios>>. Mientras tanto, terminaban los jóvenes alegremente sus vacaciones en I Becchi. Don Bosco estaba siempre con ellos, entregado del todo a la revisión de su almanaque. Desde el año anterior había visto, muy a disgusto suyo, que los protestantes, para introducirse más fácilmente en las familias obreras y esparcir la herejía, con menos ruido y más eficacia, habían impreso un almanaque, en el que había más errores que palabras. Lo llamaban El Amigo de Casa; pero, de amigo no tenía más que el nombre, puesto que llevaba a los lectores al mayor de los males que puede haber en la tierra, que es la irreligión y la impiedad. Lo regalaban a todo hijo de vecino, lo quisiera o no. Te lo encontrabas colgado del picaporte de la puerta; si dejabas la ventana abierta, una mano atrevida lo arrojaba dentro de la habitación; había quien entraba en los talleres a regalarlo y quien lo daba gratuitamente por la calle. Una vez adquirido este librejo, con tan poco trabajo, la gente lo leía sin temor o inquietud alguna, ((**It4.644**)) y más de uno creía tener en sus manos un libro de piedad. Porque en él se invocaba el nombre de Dios, se refería la piadosa conversión de uno o de otro, la resignación que debe tener el pecador y la confianza en los frutos de la redención; pero no se hablaba para nada de la confesión, de la eucaristía, de la devoción a la Santísima Virgen, y se (**Es4.490**))
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