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((**Es4.49**) porque, a partir de aquel día, el Oratorio y el asilo anejo fueron tomados en consideración por el mismo Gobierno, el cual empezó, de vez en cuando, a manifestar complacencia, ya alabando su noble fin, ya mandándole subsidios, ya recomendándole muchachos pobres, como lugar seguro donde podían aprender a hacerse honrados ciudadanos, útiles a sí mismos, a la familia y al Estado. Hasta hubo varios diarios irreligiosos de la ciudad que, haciéndose eco del Senado, publicaron artículos en alabanza de don Bosco, y, por lo pronto, ya no se atrevieron a hablar mal de él. Pero, si don Bosco tenía motivo para alegrarse del buen efecto producido por la discusión del Senado, no se apenaba menos por las noticias que le llegaban de su Arzobispo. El rey Víctor Manuel le había escrito, de su puño y letra, una ((**It4.51**)) carta, diciéndole que, antes de volver a la diócesis, debería esperar que se le llamara; y como se sabía que era poco inclinado a un gobierno constitucional, le parecía necesario que manifestara con una pastoral que no era contrario. Y el Arzobispo, con cartas del cuatro de marzo, anunciaba su inminente llegada a Turín, agradecía al clero y a los seglares las pruebas de adhesión que le habían dado, alababa su firmeza en la fe católica, y con palabras de elogio a la excelsa estirpe saboyana, declaraba que todos debían creerse obligados al Estatuto dado por el rey Carlos Alberto, puesto que su primer artículo declara textualmente: La Religión Católica, Apostólica, Romana, es la única religión del Estado.(**Es4.49**))
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