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((**Es4.488**) en llegar otros muchachos, juntamente con los cantores. Durante el viaje quedaban encantados al oír, por todas partes, repetir a todo el mundo las alabanzas de don Bosco, particularmente de cuando era jovencito. En supieron que las madres decían a sus hijos: -Te dejo ir con don Bosco, pero no quiero de ningún modo que vayas con otros. Y al mismo Juan: -Haz buenos a mis hijos como lo eres tú. Era admirable en toda suerte de virtudes, pero era sobre todo un ángel en la práctica de la castidad. Huía de los condiscípulos y jóvenes poco delicados en el hablar o en el obrar. El Señor Carlos Bertinetti, residente en Chieri, hablaba a menudo al joven Angel Savio muy favorablemente de don Bosco, por su aplicación y su piedad, que le distinguían de todos. El doctor Allora, los sacerdotes Luzerna y Francisco Oddenino le contaban que, en el Seminario, el clérigo Bosco era de una conducta tan ejemplar, que los condiscípulos solían llamarlo el santo, porque le tenían por tal; que, cuando veía un seminarista que llevaba conducta poco edificante, le servía de buen consejero; que los superiores del Seminario le presentaban como modelo de piedad y de templanza; que no buscaba, de ningún modo, ganar dinero para sí, y que era consultado siempre por los compañeros en los estudios. En Castelnuovo estaba todavía vivo el recuerdo de su imposición de sotana, de su primera misa en el pueblo, de su modo de estar en el altar, de su extraordinario recogimiento y de la multitud de muchachos que iban en su busca. Repetían las alabanzas de cuando era chiquillo, su delicadeza en las acciones y su mortificación en las palabras y cómo, también allí, aconsejaban los padres a sus hijos que anduviesen en compañía de Bosco, convencidos de sus buenas costumbres. Decían que era muy cuidadoso para huir de los que hablaban mal. ((**It4.641**)) En Castelnuovo, su hermano José lo pintaba en sus detalles, respondiendo a las preguntas de los muchachos: -Don Bosco, ya antes de vestir la sotana, aprovechaba cualquier ocasión para hablar de religión y de piedad con todos los chiquillos, sus amigos. Contaba ejemplos de santos. Rezaba mucho durante los trabajos del campo, y las madres se lo señalaban a sus hijos como modelo de oración; frecuentaba mucho los sacramentos. Según iba creciendo en edad, crecía en él el deseo de amar a Dios y de hacerlo amar a los demás. Acudía a la catequesis y a los sermones con verdadera alegría, y después los repetía en casa y a los compañeros. Estaba enamorado de la castidad desde su niñez; era puro y casto en (**Es4.488**))
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