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((**Es4.391**) mamá Margarita, que volvía a subir la escalera con las llaves, se oyó el conocido sonido de una campanilla y, a poco, vieron aparecer una luz en el fondo de la galería. Era don Bosco, que salía tranquilo, tranquilo de su habitación y bajaba a contemplar las ruinas. El, en un duermevela, había oído confusamente el primer estruendo; se puso a la escucha y oyó tronar otro nuevo y enorme golpe. Pensaba: íque truene todavía en esta estación! Mas, al no ver relámpago alguno, comprendió su peligro, ya que su habitación estaba tocando a la obra nueva. Saltó de la cama, pero le costó orientarse, encontrar la puerta de salida y las cerillas para encender la luz. Apenas apareció, gritaron por todas partes los muchachos: -íDon Bosco! íEs don Bosco! íDon Bosco está a salvo! Y olvidándose del barro y de los estorbos corrieron a su encuentro. ((**It4.510**)) Uno le decía: -Don Bosco, >>no ha oído desplomarse las paredes y gritar a su madre? Otro: -Don Bosco, >>ha sufrido mucho? >>Se ha hecho daño? Un tercero: ->>Por qué no ha salido enseguida? Un cuarto: -Mire qué sucios tenemos los pies y las piernas. Y todos iban a porfía para contar su habilidad, los juegos gimnásticos y saltos mortales de aquella noche. Y don Bosco, sin descomponerse, con esa calma que solamente tienen los verdaderos siervos de Dios y los hombres apodados pacíficos, oía a todos y a todos dirigía palabras consoladoras. Preguntó en primer lugar si había habido alguna desgracia personal; y al saber que no y que solamente el derrumbamiento de la obra había asustado a los hijos del Oratorio, lleno de alegría empezó a bromear, chanceándose de sus extrañas figuras, riéndose del miedo de uno, del improvisado atavío de otro, e invitando, por fin a todos a echar una partida, corriendo por el patio para juntarlos. Su calma contribuyó muchísimo a serenar a los muchachos en medio del gran susto. Les llevó después al comedor y les fue contando las persecuciones sufridas por el Oratorio, los cambios realizados, y cómo, a pesar de todo, había ido creciendo y floreciendo hasta el presente. Por lo cual, animaba a todos a mantener una firme confianza en la divina Providencia. Y les decía: -Ea, arriba los corazones; ahora que hemos recibido una gracia (**Es4.391**))
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