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((**Es4.382**) Don Bosco le desaconsejó que diera aquel paso: -Tú estás llamado, le dijo, a pertenecer a don Bosco. Y le contó cómo don José Cafasso le aconsejó a él mismo en su vocación; después le animó a tener paciencia y esperar, y le repitió que lo que él soñaba no era la mejor solución. Pero el seminarista prefirió seguir la opinión de otros consejeros; pidió ser aceptado en el noviciado de los Oblatos, y su padre, aunque a regañadientes, le otorgó su consentimiento. Pero antes de partir para Nizza Marittima,.donde estaba la casa del noviciado, quiso despedirse de don Bosco, el cual le dijo: -Bueno, vete; tu cabeza padecerá, y no podrás perseverar en ese estado. Próximo a la profesión religiosa, escribió una carta a don Bosco pidiéndole, una vez más, consejo. Y éste le respondió: -Harás el bien, pero no el que quiere el Señor de ti. Hizo votos perpetuos, no pasó mucho tiempo cuando fue víctima de los escrúpulos y, después, de tal exaltación mental que se creyó llamado a una gran perfección en la virtud, al extremo, de enloquecer. Por esta razón y motivos de familia, diez años más tarde de la profesión y, aconsejado por el padre Berchialla que le tenía por secretario, pidió y obtuvo salir de la congregación de los Oblatos. De vuelta a Turín, curó del todo, reconociendo que había obtenido una gracia señalada del Señor. Los hechos daban la razón a don Bosco, y G..., que había sido ordenado sacerdote, daba a menudo testimonio de ello: <>. Era su ardiente deseo volver al Oratorio; pero el arzobispo Fransoni no le recibió en la Diócesis, pues había establecido no admitir ((**It4.498**)) en ella a los que salían de una orden religiosa. Entonces don Bosco mismo le recomendó al obispo de Biella, que le aceptó, a condición de que se quedase con él. Pasaron muchos años, y, al mudar las condiciones de la diócesis de Turín, el buen sacerdote, siempre encariñado con el Oratorio, sintió despertarse todavía en él la idea de juntarse con don Bosco, inscribiéndose en la Pía Sociedad e hizo la petición por carta. Don Bosco le respondió: -Espera a que el Señor llame a tu padre a la eternidad, y entonces Dios dirá. Rondaba el padre los ochenta años y, por las muchas desgracias sufridas, necesitaba para su consuelo la presencia del hijo sacerdote. íQué delicada era la bondad de don Bosco, aún con los que, voluntariamente (**Es4.382**))
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