Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es4.292**) el mesón del Centauro, donde, apenas llegados, nos sirvieron unos refrescos. Al mediodía nos presentaron una comida estupenda: no se podía esperar más. Exquisitos y abundantes vinos. Después de comer, empezaron las diversiones. >>Jugamos a las bochas, cantamos, corrimos y siempre se nos sirvieron óptimos vinos. Pasóse así toda la jornada. Al anochecer volvimos a la ciudad y, al llegar a Puerta Palacio, nos fuimos todos no a la Bendición, sino a tomar un café, y después nos separamos para ir cada cual a su casa con la invitación de volver a encontrarnos todos el próximo domingo por la mañana, en la iglesia de San Martín. >>Yo, en vez de irme a casa, fui al Oratorio para contar a don Bosco todo lo sucedido y preguntarle qué debía hacer al domingo siguiente. Don Bosco, después de oírme hasta acabar, me dijo que acudiera allí. Al domingo siguiente nos encontramos en la iglesia indicada. Acabada la misa, nos llevaron al café llamado de las Galerías de San Carlos, que se encontraba en Puerta Nueva (hoy vía de Roma) para desayunar. ((**It4.377**)) >>En estas dos ocasiones, nos insistieron en los sermones para que abandonáramos el Oratorio; nos decían que Dios está en todas partes y que en cualquier lugar podíamos santificarnos, si queríamos. >>Volví por la tarde al Oratorio para dar cuenta de todo a don Bosco y le comuniqué la nueva invitación para una merienda al domingo siguiente: pero don Bosco no me dejó que volviera con aquella gente. >>Don Rodrigo me regaló seis escudos de plata (treinta liras) creyendo que de este modo lograría mejor su deseo de afiliarme para siempre a su grupo. Yo no quería aceptarlos; pero tantas razones me dio, al poner las monedas en mi mano, que me quedé helado y de piedra, como una estatua de mármol. Apenas tuve los dineros, perdí la tranquilidad, me entró remordimiento creyendo que había traicionado a don Bosco sólo con haberlos aceptado, y los entregué como limosna inmediatamente a un pobre padre de familia que andaba muy necesitado. Corrí después al Oratorio para exponer a don Bosco lo sucedido, y él me dijo que podía haberme quedado el dinero sin ningún escrúpulo, pero que había hecho una obra buena al darlo de limosna>>. Hasta aquí Brosio. A don Rodrigo no le faltaba el dinero: lo tuvo en abundancia durante mucho tiempo, gracias a personas riquísimas, que creían sinceramente estar ayudando a obras de caridad. Pero, como siempre (**Es4.292**))
<Anterior: 4. 291><Siguiente: 4. 293>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com