Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es4.268**) y porque se refieren a dos compañeros nuestros, que más tarde fueron honrados con altísimas dignidades. Ante ello, puédese preguntar qué hacía con los muchachos, cuando estaban tristes o enfermos. Con los primeros, no perdía ocasión para devolver la sonrisa a sus labios; con los segundos, competía en espíritu de sacrificio y continuos cuidados con la madre más cariñosa que pueda darse. Un mal de cabeza, un dolor de muelas, que cualquiera tuviese, era para ella una gran pena. Los muchachos, apenas sentían el más ligero malestar, acudían a ella, siempre dispuesta a servirles, lo mismo de día que de noche. Si oía un gemido, un llanto, no estaba tranquila hasta no saber la razón. Si uno se veía obligado a ir a la cama enfermo, ya estaba ella al lado; preparaba las medicinas, iba a trabajar junto a su cama, le velaba cuando los otros iban a dormir. Baste, para decirlo todo en pocas palabras, el siguiente hecho. Cayó enfermo un muchacho con una enfermedad infecciosa; como el médico prescribiera que se le aislara totalmente, Margarita se puso a su lado como una amable enfermera. Cuando determinaron que fuera llevado al hospital y vio que le subían por las escaleras, siguióle silenciosa hasta el umbral y al ver a los empleados levantar la camilla y ponerse en marcha, rompió a llorar. Margarita era el ángel custodio del Oratorio. (**Es4.268**))
<Anterior: 4. 267><Siguiente: 4. 269>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com