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((**Es4.24**) Para cumplir el superior encargo se trasladaron los tres nobles señores al Oratorio de Valdocco, un día de fiesta del mes de enero del 1850, después de comer. Eran casi las dos de la tarde. Más de quinientos muchachos en pleno recreo, ocupados unos en un juego, otros en otro, ofrecían al atento observador el más agradable espectáculo. Aquellos señores se quedaron contemplando la turba de muchachos reunidos, corriendo los unos, saltando los otros, éstos haciendo gimnasia, aquéllos caminando sobre zancos, asistidos acá y allá por varios sacerdotes y seglares. Después de unos instantes, exclamó el conde Sclopis: -íQué hermoso espectáculo! -Hermoso en verdad, respondió el ((**It4.18**)) marqués Pallavicini. -íQué fortuna para Turín -añadió el conde de Collegno- qué fortuna si surgieran en la ciudad varios institutos semejantes! -Nuestros ojos, continuó Sclopis, no verían con tanta frecuencia el desagradable espectáculo de tantos pobres muchachos, que corretean por calles y plazas en los días festivos, y crecen en la ignorancia y las malas costumbres. Don Bosco, que se encontraba en medio de un corro de muchachos, al ver a aquellos señores, a quienes no conocía, se acercó a ellos, y, después de los primeros cumplidos, tuvo lugar un diálogo, que con ayuda de unos y otros, especialmente la de don Bosco, hemos podido reproducir, al menos en sustancia. Sclopis.- Contemplábamos estupefactos el espectáculo de tantos muchachos reunidos en alegres diversiones; es más único que raro. Sabemos que el sacerdote Bosco es el alma de todo eso. >>Tendría su Señoría la bondad, de presentarnos a él? Don Bosco.- Sus Señorías le tienen aquí presente; el pobre don Bosco soy yo. Y diciendo esto, rogóles tuvieran la bondad de pasar y los acompañó hasta su cuartito. Sclopis.- Tengo hoy la satisfacción de conocerle personalmente; de fama ya le conocía hace mucho. hombre, en fin, de fama mundial y sentimientos religiosos católicos. Mientras corría su nombre, con honor y aplauso, por los dos hemisferios, mientras le llegaban felicitaciones de todo el mundo, telegramas de toda suerte de personas por el éxito de dicha cuestión, resultó edificante ver al eminente personaje atribuyendo el feliz resultado al Padre de las luces. El 17 de septiembre de 1872 escribía en el libro de sus Memorias, estas palabras: <>. Puede verse Carattere e Religiosit… del conte Federigo Sclopis, áureo opusculito escrito por la insigne pluma de otro conspicuo patricio turinés, el barón Antonio Manno, Turín, 1880.(**Es4.24**))
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