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((**Es4.21**) a algún aficionado a este instrumento, para acompañar algún solo. Un día del 1850 se inspiró en un motivo que oyó tocar a las trompetas de los soldados que iban a ensayarse cerca del Oratorio, y escribió un tántum ergo a una voz, que yo conservo y que canté muchas veces, yendo con él y otros compañeros músicos a las funciones sagradas que se celebraban en Turín, en los pueblos cercanos y con más frecuencia en la Crocetta. También Félix Reviglio ayudaba a don Bosco en el canto desde 1850 a 1856. >>Algún tiempo después hizo don Bosco un regalo a sus músicos. Adquirió un órgano pequeño con tubos de madera, fabricado tal vez dos siglos antes. Estaba en muy mal estado, desafinado, pero servía para ejercitar los dedos del principiante. Todos recuerdan aquel tubo cuya lengüeta rota producía cierta especie de aullidos desgalichados, que provocaban las risas más divertidas de los muchachos. Este instrumento fue colocado en una habitación junto a la de don Bosco, y algunos de los primeros que lo tocaron llegaron a ser famosos organistas. ((**It4.14**)) >>Como música y teatro se complementan, don Bosco continuó proporcionando a los muchachos la diversión de agradables representaciones. Pero excluía toda obra escénica que exigiera gastos de vestuario. >>Esto ocasionó algunas graciosas escenas, que eran memorables muchos años después. Prepararon los actores un drama titulado Los tres Reyes Magos, y se pusieron secretamente de acuerdo: so pretexto de unas vísperas solemnes que, según ellos decían, se iban a cantar en el Oratorio, acudieron al Refugio y a otras parroquias pidiendo prestadas cuatro capas pluviales, porque faltaba también un manto para Herodes. Al presentarse en nombre de don Bosco las obtuvieron fácilmente. Las escondieron con mucho cuidado y, al llegar el momento de entrar en escena, hételos triunfantes con sus pluviales sobre los hombros. No son para describir las risas despampanantes de los espectadores y la ridícula figura de aquellos jóvenes, a quienes mandó don Bosco enseguida quitarse las vestiduras sagradas. >>Reinaba una alegre e ingenua despreocupación en la mayor parte de mis compañeros, los cuales, sin embargo, estudiaban y trabajaban con amor. Seguían funcionando las clases nocturnas. Don Bosco nos enseñaba aritmética y caligrafía, y su presencia infundía en todos un sentimiento de gozo inexplicable. >>Lo que admirábamos en él en éstas y en otras mil circunstancias era ver cómo unía a la firmeza una dulzura de modales, una paciencia(**Es4.21**))
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