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((**Es4.204**) en Valdocco, se prestaban como en otras ocasiones del año, a ejercer el ministerio, aún a trueque de molestias. Los coros de los niños preparados para la primera comunión cantaban la canción que don Bosco les había enseñado y que añadió aquel año al Joven Cristiano: Por fin hoy nos acercamos al angélico banquete, etc. ((**It4.259**)) Y lo mismo el clero secular que el regular trabajaba en la ciudad y en la provincia para santificar las almas y a un tiempo, conviene decirlo, formar buenos ciudadanos, fieles al Soberano y obedientes a las leyes del Estado, y eso sin mencionar otras innumerables ventajas morales y materiales que proporcionaban a los pueblos. Pero los sectarios no querían, o lo que es peor, odiaban el bien verdadero y querían quitar toda influencia religiosa. El Parlamento, que tenía por entonces todo el aspecto de un sanedrín protestante, a fines de marzo, entre injurias e insultos al clero, se había propuesto reformar las órdenes monásticas; quería suprimir la emisión de los votos solemnes a los novicios, antes de los veintiún años, e imponer que, durante los dos años que preceden a la profesión, novicios y novicias viviesen, al menos seis meses seguidos, fuera del claustro: y que el que aceptara una profesión religiosa, no permitida por las leyes, fuera condenado a destierro y el que profesara, privado de los derechos civiles. No se llegó a la votación, y pocos días después, sin estar todavía maduros los planes de supresión de los beneficios de las órdenes religiosas, se empezó a gravarlas con tributos, y, a excepción de las iglesias, pusieron cargas a las casas parroquiales y de los beneficiados. El quince de abril firmaba el Rey una nueva ley aboliendo los diezmos en Cerdeña, y el veintitrés de mayo ratificaba la de las manos muertas, la cual se extendía a las provincias, ayuntamientos e instituciones de caridad y beneficencia; pero, mientras para éstas últimas la cuota era del medio por ciento, para las instituciones eclesiásticas fue elevada al cuatro. En tanto, don Bosco, a fines de mayo, después de demoler parte de la tapia interna que dividía los dos patios, hizo empezar las excavaciones para levantar la iglesia proyectada, de modo que, a primeros del verano, se pudieron echar los cimientos. Como los albañiles se permitían de vez en cuando ((**It4.260**)) soltar alguna blasfemia, don Bosco les llamó y les rogó que no blasfemaran y, para impedir la ofensa del Señor, les prometió dar uno o dos vasos de vino a cada (**Es4.204**))
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