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((**Es4.198**) la máxima de San Ignacio de Loyola: <>. Este principio es la causa de los mil medios que él escogió para apelar a la beneficencia cristiana de los fieles, sin cansarse nunca hasta acabar la empresa y a costa de muy graves trabajos y sufrimientos. Y el siervo fiel no vio nunca que ninguna fallase, porque Dios premiaba sus virtudes. Cuando le faltaba el dinero, recurría al banco de la Divina Providencia, y para alcanzar de ésta las órdenes de pago vivió, y quiso que vivieran también sus alumnos, en una verdadera pobreza evangélica. Antes de emprender sus muchas obras, las había meditado largamente en la oración, las había recomendado a las oraciones de sus hijos y de otras almas piadosas, y para más asegurar la voluntad del Señor, fue constante hasta sus últimos días en pedir consejo a sacerdotes prudentes, a los superiores eclesiásticos y al mismo Romano Pontífice. Dan testimonio de ello don Miguel Rúa y cuantos convivieron con don Bosco. ((**It4.251**)) Así que la pobreza voluntaria, la oración continua, la humildad sincera le hacían ser digno de esta su misión. Añádase la seguridad de su confianza en Dios. Por eso monseñor Cagliero y don Miguel Rúa nos pudieron dictar la siguiente página: <>. (**Es4.198**))
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