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((**Es4.193**) El padre Carlos Gilardi se apresuraba a responderle: Muy reverendo y queridísimo don Juan Bosco: Como respuesta a su atenta del 7 de enero del corriente, mi reverendísimo superior don Antonio Rosmini, que afectuosamente le saluda, me ordena escribirle que, cuando el local y edificación, que al presente ocupa usted en Valdocco, y que le sería vendido por su dueño, esté realmente libre de toda carga, él estará dispuesto a suministrarle la cantidad de veinte mil liras en las condiciones que se estipularon por ambas partes: por consiguiente, puede usted contar para la compra con dicha suma, la cual le será entregada, parte en metálico y parte en cédulas u obligaciones rentables del Estado, según usted indique, y se estipulará el contrato de préstamo. ((**It4.244**)) Aprovecho la ocasión para augurarle todas las bendiciones del Señor para el nuevo año empezado y muchos otros sobre usted y las obras de caridad por usted emprendidas. Muchos recuerdos para su bonísima madre, y créame siempre, Stresa, 10 de enero de 1851 S. S. S. y afmo. amigo CARLOS GlLARDI, Pbro. Veinte mil liras no eran treinta mil: había que buscar todavía diez mil. Pero Dios no falta nunca a las necesidades de sus siervos; y El, que había empezado la obra, la llevó a buen término. He aquí un visible rasgo de su Divina Providencia en favor de nuestro Oratorio. Al atardecer de un domingo entró en el Oratorio don José Cafasso. Era algo insólito que el ilustre eclesiástico fuera al Oratorio en día festivo, ya que siempre estaba ocupado en la iglesia de San Francisco de Asís. Llegóse a don Bosco y le dijo: -He venido a daros una noticia que no os disgustará. Una piadosa persona (la condesa Casazza-Riccardi) me ha encargado traeros diez mil liras, para emplearlas en lo que juzguéis de la mayor gloria de Dios. -Deo gracias, respondió don Bosco; esto es miel sobre hojuelas. Y le contó cómo había convenido la compra de casa Pinardi y que andaba medio loco para encontrar la suma convenida. Los dos sacerdotes vieron en aquel suceso la mano de Dios. Y cuál no fue la maravilla de Pinardi cuando, apenas pasada una semana de la palabra recibida, vio aparecer ante sí, el 14 de enero, a don Bosco, que le decía: (**Es4.193**))
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