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((**Es4.16**) la calle en busca de alojamiento para su hijo en cualquier institución, pues el padre no desistía de su pérfido intento. A lo largo de la semana se encontró con una persona que le aconsejó se presentara a don Bosco en Valdocco, para ver si encontraba refugio para su hijo en el Oratorio. El domingo por la mañana fue allí con el muchacho y, al saber que estaba en una función religiosa, entró en la iglesia. Salía don Bosco al altar. Alvaro Bonino estaba de rodillas junto a aquel muchacho, el cual apenas vio a don Bosco gritó como fuera de sí: C'est lui, maman!, c'est lui même! c'est lui même! (íes él, mamá: él mismo, él mismo!) el sacerdote del sueño. Gritaba el niño y lloraba la madre. El señor Bonino le avisó de que en la iglesia no se gritaba de aquel modo; al ver que no lograba calmarlo, acompañó a la sacristía a la madre y al hijo. La madre le contó el sueño y cómo el hijo había reconocido en don Bosco al sacerdote libertador. Volvió don Bosco a la sacristía; aún no había terminado de quitarse los ornamentos cuando el chiquillo corrió a abrazarse a sus rodillas diciéndole: ((**It4.7**)) -Padre, sálveme. Don Bosco le aceptó en casa, y el saboyanito permaneció varios años en el Oratorio. Don Bosco salvó a muchos otros muchachos, a quienes él mismo encontró en peligro, y los recogió en su casa. Entró un día en un café de Turín. Acudió a atenderle un muchacho de agraciado aspecto. Mientras le servía el café, don Bosco empezó a preguntarle amablemente. De pregunta en pregunta pasó a sondear su corazón. El muchacho, vencido por su paternal proceder, no tuvo secretos para él y le manifestó enteramente el estado de su alma, muy lastimoso por cierto. El diálogo quedaba interrumpido cada vez que el muchacho iba a servir a nuevos clientes, pero volvía junto a don Bosco, con un pretexto u otro. Don Bosco hablaba en voz baja y nadie, ni siquiera el dueño, se dio cuenta del interesante diálogo. Terminó diciéndole don Bosco: -Pide permiso a tu amo para ir al Oratorio y arreglaremos las cosas. -El amo no me dará nunca permiso. -Pero tú no debes continuar aquí. -Lo veo, lo comprendo; mas >>qué hacer? -Escápate. ->>Adónde? -A casa de tus padres.(**Es4.16**))
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