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((**Es3.75**) >>-Está bien, respondió él. Esté seguro que los ganaré todos. >>Después de un buen rato de camino, empezaban los caballos a reducir la marcha. Dióles el cohero un latigazo y con él otra blasfemia que se les escapó. >>-Dieciséis sueldos, amigo mío, le dije. >>El pobre hombre, lleno de vergüenza, decía: >>-Verdaderamente, las malas costumbres no pueden quitarse. >>Y así continuaba murmurando con pena. Después de caminar otro poco, nuevo latigazo y dos blasfemias más. >>-Ocho, amigo; estamos ya en los ocho sueldos. >>->>Será posible?, gritaba él enojado; >>posible que las malas costumbres sean tan rebeldes?, estoy avergonzado. >>Será posible que no pueda ser dueño de mí mismo? Y ahora este maldito vicio me ha hecho perder doce sueldos. >>-Sí, amigo mío; pero no debe entristecerse por tan poca cosa; sino, sobre todo, por el mal que acarrea a su alma. >>-Sí, es verdad, respondió él; es verdad; hago un mal muy grande; pero el sábado iré a confesarme. >>Es usted de aquí, de Turín? >>-Sí, soy del Oratorio de San Francisco de Sales. >>-Pues bien, iré a confesarme con usted. >>Su nombre por favor? ((**It3.85**)) >>-Muy bien: nos volveremos a ver otra vez. >>Y durante el camino hacia Turín aún se le escapó otra blasfemia. Por tanto, sólo le debía cuatro perras; pero le obligué a aceptar veinte, alegando que el esfuerzo por no blasfemar lo había hecho. Nos despedimos, volví a mi casa y le esperé un sábado tras otro. Por fin, al cuarto después de aquel encuentro, se presentó. >>Yo le vi mezclarse entre los muchachos; pero, de pronto, no le conocí. Y cuando le llegó su turno me dijo: >>->>No me conoce? Soy el cochero aquél... >>Recuerda? Pues sepa que los días transcurridos, en un momento de inadvertencia, pronuncié en vano el nombre de Dios: pero, después, no he vuelto a blasfemar. Me he propuesto ayunar a pan y agua cada vez que se me escapara una blasfemia; he tenido que hacerlo una sola vez y, no quiero repetirlo>>. Algunos de éstos, contaban años después a don Miguel Rúa el afortunado encuentro que habían tenido con don Bosco y mostraban todavía su agradecimiento a quien les había puesto en gracia de Dios.(**Es3.75**))
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