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((**Es3.73**) -Yo aprovecho la ocasión para dar alguna limosna a esta pobre gente y decirles esa buena palabra que tanto necesitan. Sucedía a veces que alguno abusaba al pedir el pago, pero él siempre daba lo que le pedían, para evitar altercados o blasfemias, y así no ofender al Señor. E igual quería que hiciesen sus subordinados. Por más de veinte años fue testigo de esta generosidad don Joaquín Berto, su secretario. Don Bosco, con su caridad, se hacía bien querer de aquella gente poco educada. En sus viajes a Novara, ((**It3.82**)) a Vercelli, a Casale, a Asti, y a otras cien ciudades y pueblos, se las apañaba para conseguir un puesto en el pescante, junto al cochero y después aguardaba el momento oportuno para ganar su alma. No tardaba el cochero en dejar escapar de su boca una blasfemia y entonces don Bosco, bromeando, preguntaba: ->>Qué ha dicho usted? Estoy persuadido de que usted profiere esas palabras sin darse cuenta. Usted, no es malo. Se ve en su cara que es buena persona. -Tiene usted razón, respondía el cochero; es una costumbre. Odio esta forma de hablar: pero en cuanto me descuido, vuelta la burra al trigo. Cuando estoy delante de un sacerdote, siento mucho que se me escapen estas palabrotas. -Entonces hay que prestar atención para corregirse. -Sí, señor, lo quiero de veras, >>sabe usted?, lo quiero, repetía. Pero pasaba un poco de tiempo y, al mismo tropiezo, a un antojo del caballo, casi como muletilla, otra blasfemia que soltaba. Don Bosco le miraba; el pobre hombre quedaba avergonzado y oía atentamente lo que el cura le decía sobre la bondad de Dios y sus castigos, sobre la importancia de enmendarse y salvar el alma. Y las reflexiones acababan siempre con una invitación a confesarse. Las exhortaciones estaban tan bien llevadas, que los cocheros se sometían siempre. Muchos se confesaban en el mismo pescante, mientras conducían el coche; otros, mientras se cambiaban los caballos, en la cuadra, en la fonda o en los alrededores. Un día iba don Bosco a Carignano y, conversando con el conductor de la calesa, entre otras cosas, llegó a decirle: -Creo que usted ya habrá cumplido con Pascua... Y el cochero: -Todavía no; hace mucho tiempo que no me he confesado: me confesaría de buena gana con el cura con quien me confesé la última vez; ísi pudiera encontrarlo! ((**It3.83**)) Le había confesado don Bosco en la cárcel de Turín, pero(**Es3.73**))
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