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((**Es3.50**) don Bosco, no veía con buenos ojos, al principio, ciertas formas del buen sacerdote, ciertas costumbres del Oratorio, y la reunión de tantísimos muchachos. Habló de ello con don José Cafasso, su confesor, rogándole aconsejera a don Bosco que se dejase de muchas cosillas que no le gustaban. Pero don José Cafasso le respondió: -Déjele hacer. Don Bosco tiene dones extraordinarios; y, aunque a usted le parezca lo contrario, actúa por un impulso superior: ayudémosle cuanto podamos. El Arzobispo, que preveía cómo la Iglesia perdería pronto el apoyo de la autoridad civil, juzgaba humanamente necesario remediarlo con el del pueblo y que el sacerdote se acercara cada día más a las multitudes de los fieles, atrayéndolas con el socorro de sus necesidades, con la persuasión de la divina palabra, con la influencia de su autoridad y la santidad de su vida. Por eso él aprobaba que don Bosco se valiera a este fin de todo medio lícito, aunque fuera extraordinario, sugerido por una prudente caridad. Tanto más, cuanto que en todas las actuaciones de don Bosco triunfaba el don de la palabra, que había pedido y ((**It3.51**)) obtenido del Señor el día de su ordenación sacerdotal. Verdaderamente se podía decir de él: <>.1 1 Prov. I, 20, 21.(**Es3.50**))
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