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((**Es3.47**) la iglesia de Santo Domingo, le asaltaban los vendedores de cerillas, aturdiéndole con sus voces: -íFósforos de cera!, íse los doy a prueba! íCómpreme a mí... que aún no he podido vender nada... déme a ganar algo para poder comprar el desayuno! Pedíales don Bosco no vocearan de aquel modo, iba hablando con uno y con otro y empleaba casi media hora para recorrer el corto espacio de calle. De pronto, se volvía a la pandilla y les decía: -íBueno! Esta vez quiero que todos ganéis algo, pero con una condición: íque el domingo vengáis todos al Oratorio! Ellos lo prometían y don Bosco compraba una cajita a cada uno diciendo a sus nuevos amigos: -También yo voy a colgarme una caja al cuello y vendré a Puerta Palacio con vosotros a vender cerillas. Todos se reían y agradecían satisfechos a don Bosco las dos perrillas recibidas; y don Bosco volvía a casa con las faltriqueras llenas de cajitas de fósforos, que algunos buenos señores le compraban después para él para su uso propio. Muchas veces, daba a aquellos granujillas medallas de la Virgen, que ellos mismos le habían pedido insistentemente, y mientras alargaban la mano, don Bosco repetía: -Ponéosla al cuello... acordaros que la Virgen os quiere mucho y pedidle de corazón que os ayude. Imposible decir el cariño que tenían a don Bosco aquellos muchachos y las graciosas escenas a que daban lugar. Cada vez que debía atravesar la plaza de ((**It3.47**)) Milán, no podía proseguir el camino sin pararse. Apenas aparecía, corrían a su encuentro los primeros chiquillos que le veían, iban llegando poco a poco unos tras otros, hasta que se corría la voz, y dejaban todos sus puestos para acudir a su alrededor y saludarle. Entonces don Bosco les decía: ->>Queréis que os cuente un cuento de risa? -Sí, sí, cuéntelo; gritaban los muchachos. El corro numeroso de chicos atraía la curiosidad de las mujerucas que vendían frutas y legumbres, las cuales se unían también al corro. Los soldados, los mozos de cuerda y mucha otra gente se sumaban a la reunión. ->>Qué pasa?, preguntaban los últimos en llegar. -No lo sé; yo me he parado al ver tanta gente,respondía el de al lado.(**Es3.47**))
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