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((**Es3.460**) querían comprar por los métodos y medidas antiguas. El vendedor, conocedor de la ley, observaba que estaban abolidas y el comprador gritaba contra la novedad, el engaño y el embrollo. A veces, los dos contendientes se acaloraban, el uno queriendo convencer y el otro no dejándose persuadir, hasta que con calma y paciencia lograba el vendedor meter en la cabeza del comprador la utilidad del nuevo sistema, la diferencia entre un peso y otro, entre una y otra medida, la proporcionada y razonable diferencia de precio y acababa por comprar tranquilamente y se marchaba instruido y convencido. Otras veces presentaba la escena un pobre obrero que encontraba un compañero o un antiguo maestro; le pedía que le diera explicaciones y se las daba. De esta manera explicaba los pesos poniendo de relieve la diferencia entre onza y hectogramo, libra y kilogramo, arroba y miriagramo. Pasaba a las medidas lineales, indicando la diferencia entre vara y metro. Hablaba de las medidas de capacidad, comparando el azumbre con el litro, el cántaro con el decalitro y así todo lo demás. Don Bosco había sabido entrelazar tan bien la realidad con los episodios, poner en labios de los interlocutores palabras y frases tan ingeniosamente amenas, que cambiaban una materia, árida por sí misma, en una graciosa diversión. La escena del cántaro y el decalitro hizo desternillar de risa. Dio ocasión al siguiente episodio. Uno de los actores, Jacinto Arnaud, hacía el papel referente a las antiguas medidas de capacidad y entraba en escena llevando un cántaro a las espaldas. Puesta la medida en el suelo, y apoyándose sobre ella, debía preguntar en un momento dado a su interlocutor: ->>Cómo es de grande un litro? Pero no le venía a los labios la palabra, ni tenía la postura requerida. El apuntador se la recordó en voz baja, diciéndole: ((**It3.601**)) -Apóyate sobre el cántaro. Y, al mismo tiempo, le señaló la postura que debía tener. Entonces el muchacho, azorado, sin fijarse más que en el sentido de su papel, gritó: -íOh, qué grande es el litro: está apoyado en el cántaro! A esta salida resonó por todo el teatro una inmensa carcajada. El apuntador no podía más y el otro actor hacía esfuerzos hercúleos para mantener la seriedad. Pasaron varios minutos hasta poder reanudara la escena. Entre los personajes de consideración que asistieron a esta representación estuvo el célebre abate Fernando Aporti, el cual quedó tan impresionado que dijo: -Don Bosco no podía imaginar un medio más eficaz para popularizar el sistema métrico decimal; aquí se lo aprende uno riendo. El periódico Armonía en su número 149 del 1849, hablaba de (**Es3.460**))
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