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((**Es3.450**) otros grupos, cuyas ideas y costumbres había que reformar con nuevas dificultades y molestias. Pero la imperturbable paciencia y el espíritu de ((**It3.586**)) sacrificio que animaban a don Bosco, acababan por triunfar siempre. >>El mismo método empleaba con los alumnos internos... >>Cuando habían cumplido normalmente sus deberes, le gustaba que se divirtieran alegremente y que hicieran gimnasia, pues decía que la diversión también era un trabajo meritorio ante el Señor. Procuraba, sin embargo, evitar lo juegos que exigen demasiada atención y estar quedos, lo mismo que los que pudieran perjudicar la constitución física o herir la moral. Solía repetir a sus alumnos: "Armad jaleo, corred, brincad, con tal que no cometáis pecados". Y él mismo daba el ejemplo, manteniéndose constantemente alegre, buscando los medios más a propósito para su alegría, tomando parte en sus juegos y proporcionándoles amenas excursiones, cuya meta solía ser un santuario. >>A veces, le veía paseando por el patio, mientras los muchachos desayunaban. Sonreía a todos con palabras cariñosas; de repente, simulaba seriedad y decía a uno que sostenía en la mano un panecillo: "íTira esa piedra!". Y el muchacho respondía con un buen mordisco al pan. Pero yo, que estudiaba atentamente sus palabras y sus menores gestos, estaba persuadido de que en todo, hasta en lo que parecía más indiferente, tenía su fin más espiritual. Y me di cuenta de que con aquella broma del pan, aludía al ayuno y a la tentación de Jesús en el monte, a la ominipotencia y bondad de Dios, a la obligación de estarle reconocido o a otros recuerdos similares. En efecto, poco después, le decía a aquel muchacho una palabra confidencial que él escuchaba con reverencia y alegría. >>Sabía arropar un reproche con un buen consejo. Decíale al propenso a la glotonería: "-No hemos sido creados ((**It3.587**)) para beber y comer, sino para amar a Dios y salvar el alma". Al que veía poco amigo del trabajo: "-Trabaja por el Señor. Todo lo que tendrás que padecer en este mundo es cosa de un momento y el paraíso recompensa todo". Cuando uno se dejaba halagar por el amor propio: "-Estoy contento de que adelantes en tu oficio. Pero, si poseyeras todas las riquezas, todas las artes, todas las ciencias botánicas, y perdieres el alma, >>de qué te valdría?". >>Era delicadísimo de conciencia, alejaba de sí toda apariencia del mal y, además, procuraba por cuanto le era posible alejar de los muchachos todo peligro de pecado y de desorden en la casa, con una continua y amable asistencia, con la frecuencia de los sacramentos y (**Es3.450**))
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