Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es3.434**) cometer excesos, fueron a avisar al cuartel de caballería próximo. Acudieron varios soldados con sus sables desenvainados, acompañados de cuatro carabineros. Los barrabases pusieron pies en polvorosa. >>Y cuando supieron que yo había sido soldado bersagliere, siempre dispuesto a defenderme ante cualquier peligro, ya no venían a insultarnos de cerca, sino que nos tiraban piedras desde lejos. Con todo, aunque nos mostrábamos inaccesibles al miedo y despreocupados de sus amenazas, al mismo tiempo nos absteníamos de toda venganza o represalia y no nos dábamos por ofendidos de sus brutalidades. Así parte ((**It3.564**)) de ellos empezó a calmarse; a venir después al Oratorio y, por fin, se convirtieron en la admiración de todos. Los que persistieron en sus amenazas, acabaron unos en galeras, por delitos cometidos, y dos fueron ahorcados en el cadalso de Valdocco, cerca del Oratorio de San Francisco de Sales. Don Bosco fue a consolarlos y confesarlos en la cárcel>>. Al teólogo Juan Vola le sucedió primero, el sacerdote Grassino, el cual puso también todo el celo posible para que prosperara el Oratorio, y después el teólogo Roberto Murialdo. Este celoso y piadoso sacerdote turinés, ayudado por su digno primo el teólogo Leonardo y por los catequistas que don Bosco les mandaba cada fiesta desde Valdocco, continuó varios años en aquel difícil cargo y, gracias a su consejo y a su acción, siguió prosperando mucho aquel Centro. Asistían a él ordinariamente cuatrocientos muchachos y, a veces, más de quinientos; tanto que, poco después hubo que agrandar la capilla. La asociación, o cocca, de Vanchiglia, potente todavía, cesó en su hostilidad contra el Oratorio y hasta muchos de sus afiliados lo frecuentaban. Pero los Directores debían tener mucha prudencia al hablar y tratar con ellos. Una exhortación pública para que se apartaran de aquella banda abominable, hubiera llegado infaliblemente a conocimiento de los cabecillas y hubiera renovado los actos de violencia. Por otra parte, había disminuido mucho su índole perversa, merced a la influencia que ejercía el Oratorio; pero siempre quedaba el espíritu de solidaridad, que unía a los del barrio y en cualquier circunstancia, podría llegar a ser peligroso. Grandes y pequeños estaban tan unidos, que la ofensa de uno de ellos, era ofensa de todos, y estaban prontos a vengarla. Bien entendido que todos andaban provistos de cuchillo y navaja. Cierto domingo un muchacho de la Asociación recibió un bofetón de un catequista, (**Es3.434**))
<Anterior: 3. 433><Siguiente: 3. 435>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com