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((**Es3.336**) fecha 10 de septiembre de 1848.1 He aquí algunos párrafos que revelan claramente el ánimo del Rey: ((**It3.431**)) Santísimo Padre: >>... Los tiempos se han vuelto harto malos, oh Padre Santo. Nosotros hemos sido verdaderamente probados con los castigos de la cólera de Dios. íOh!, ícuántas veces hubiera deseado abrir mi corazón a Vuestra Santidad y confiarle mis crueles aflicciones! Pero habría aumentado sus propias penas. Mas ahora hemos llegado a un punto tan desolador para la religión, que no puedo dejar de hablar de ello a Vuestra Santidad... >>Ni siquiera la guerra ha podido salvar a nuestra Patria dando a los espíritus dirección más prudente. Vuestra Santidad habrá sabido cuánto se ha hecho entre nosotros contra la Religión y contra las Ordenes Religiosas, mientras yo estaba lejos de Turín. íMi corazón está desgarrado! Padre Santo, es tan grande el mal, que no bastan los medios humanos para repararlo: se necesitaría una gracia extraordinaria del Señor, ya que el mal es general y sin un milagro de Dios no se puede esperar nada aquí abajo. >>Estoy convencido de haber hecho cuanto he podido por el bien de la Religión y de mis pueblos; pero ahora ya no me siento de ningún modo dispuesto a continuar como Rey y no espero más que el fin de la guerra y el momento en que se firme la paz para abdicar y retirarme a un lejano país donde acabar mis días en la oscuridad y en la piedad. >>Renovando a Vuestra Santidad las expresiones de mi más viva gratitud suplico me otorgue su santa bendición. Beso su pie y, con los sentimientos de la mayor veneración, soy, Beatísimo Padre, >>De vuestra Santidad Humilde y agradecido. Siervo e Hijo CARLOS ALBERTO>> ((**It3.432**)) Un Soberano que demostraba estar animado de tales sentimientos, religiosidad y bondad, no podía menos que ser querido por sus súbditos fieles y por los que habían recibido sus beneficios, entre los que estaban orgullosos de contarse los alumnos de don Bosco. El 14 de septiembre, a las tres y media de la mañana, salía Carlos Alberto de Alessandria y volvía a Turín. Nos contaba el conde 1 L'Aurora de Roma, N.229, 7 de octubre de 1880. (**Es3.336**))
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