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((**Es3.301**) Francisco de Sales y el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Si Vicente derrochó enormes tesoros para socorrer a los pobrecitos y aliviar la extrema miseria de provincias enteras, el pobre don Bosco encontró millones para muchísimos huérfanos recogidos en sus asilos y oratorios. Vicente organizó cofradías y asambleas de señoras nobles para que le ayudasen en sus obras de caridad, y don Bosco organizó con el mismo fin los Cooperadores y Cooperadoras salesianas. Vicente influyó con sabios consejos en el nombramiento de obispos santos para ponerlos al frente de las iglesias de Francia; y fueron más de cincuenta las diócesis de Italia que por medio de don Bosco tuvieron su Pastor, del que se habían visto privadas por largo tiempo. Y si Luis XIII quiso ser asistido en punto de muerte, por San Vicente, el Gran Duque de Toscana, Leopoldo II, fue atendido por don Bosco en su última agonía. Si fue Vicente el apóstol de la infabilidad pontificia en Francia, don Bosco se trasladó expresamente a Roma para vencer los prejuicios de ciertos prelados que defendían la inoportunidad de la definición dogmática. Si Vicente, en sus ansias de propagar el Evangelio, envía sus hijos a Berbería, Escocia, Irlanda, Inglaterra, Madagascar y las Indias, don Bosco hace que vayan sus salesianos a Inglaterra, a los salvajes de Patagonia y a otras regiones de América. Los dos tuvieron que soportar durante cuarenta años las mismas dolorosas enfermedades, a saber, las fiebres e hinchazón de las piernas. Coincidencias tan notorias hicieron que Francia reconociera y proclamara a don Bosco, en los congresos católicos, como al nuevo Vicente de Paúl del siglo XIX y que las conferencias, bajo el patrocinio de este Santo, le llamaran y ayudaran a abrir los hospicios de Sampierdarena, Niza, Buenos Aires, Montevideo y otras ciudades. ((**It3.386**)) Don Bosco concluía su volumen con un cuadro conciso pero fiel de las estupendas e innumerables obras de santidad llevadas a cabo por San Vicente y con tales expresiones que manifiestan la gran devoción que le tenía. Al pie del opúsculo escribía: EL AUTOR, EN NOMBRE DE SUS DEVOTOS, DEDICA Y CONSAGRA ESTE LIBRO AL GLORIOSO SAN VICENTE DE PAUL. Al escribir las páginas de este libro tuvo don Bosco una segunda y cariñosa intención. Fue la de rendir homenaje y ayudar a la Pequeña Casa de la Divina Providencia. Lo mismo que había hecho con su obra Devoción a la Misericordia de Dios para favorecer al piadoso Instituto del Refugio. En efecto, al hablar de la caridad de (**Es3.301**))
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