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((**Es3.29**) siguientes, iremos contando las que fue haciendo, de acuerdo con las necesidades o conveniencias. Resulta algo maravilloso que los hijos del pueblo tuvieran este libro como el código de su conducta y cómo, aunque no acostumbrados antes a frecuentar la iglesia, ahora asistían tranquila y alegremente a los actos religiosos y al rezo de las oraciones, a veces, un tanto largas. El amor hacía este milagro. Se servía también don Bosco de El Joven Cristiano para señalar, con una o con parte de sus diversas prácticas de piedad, la penitencia sacramental. Con este método, oportunamente empleado a lo largo de su vida, hacía beneficiosas las satisfacciones debidas a la divina Justicia. El Joven Cristiano fue siempre el vademécum de los mejores muchachos en todas las circunstancias de su vida. Lo llevaban durante el día en el bolsillo y de noche lo colocaban bajo la almohada y reclinaban sobre él su cabeza. Alguno de ellos, al no tener el sacerdote a su lado en punto de muerte, se lo hizo leer por alguno de los circunstantes ((**It3.22**)) y otros pidieron se lo pusieran sobre el pecho cuando fuera colocado su cadáver en el ataúd. Los muchachos apreciaban este librito porque sabían que don Bosco lo había escrito precisamente para ellos y cada una de sus máximas hallaba eco en su corazón. Cada frase, más aún, diríase que cada palabra había sido calculada por él para que correspondiese a sus santos propósitos. Sobre todo, quería huir de toda expresión que no fuese rigurosamente delicada. Como no se fiaba de su propio juicio en la versión italiana de algunas oraciones en las que había juzgado se debía modificar alguna palabra y queriendo prevenir las observaciones que la revisión eclesiástica le pudiera hacer sobre cualquier otro punto, una vez compilado su libro, presentó las pruebas de imprenta al canónigo Zappata, pidiéndole su parecer. Acogió cortésmente las observaciones del buen canónigo, el cual, bromeando sobre algunas minuciosas observaciones y correcciones, le dijo: ->>Ha terminado ya el estudio anatómico de su libro? Y don Bosco, en tono festivo, replicó: -Todavía no; quiero pedirle permiso para poner con O mayúscula la palabra Oriens del cántico de Zacarías, allí donde se lee: Visitavit nos oriens ex alto. Porque el término oriens en este lugar no es participio, sino el nombre propio del Salvador. Así lo demuestra el sentido del texto griego y la antífona de la novena de Navidad, con la cual invoca la Iglesia al Mesías: O Oriens.(**Es3.29**))
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