Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es3.233**) Arzobispo no eran ignoradas por quien vigilaba para que no hubiese ningún movimiento reaccionario imprevisto. El habituado a tantos años de conjuras, temía a cada paso que los imaginarios adversarios se valieran ((**It3.295**)) de las mismas armas que él; y los prolongados y cotidianos coloquios de don Bosco con monseñor Fransoni y los centenares de jóvenes que parecían prontos a una señal suya, habían aumentado las sospechas. Por eso, de cuando en cuando era llamado a las oficinas del Palacio Municipal, donde existía entre los empleados una constante agitación por los cambios de forma en el gobierno. Algunos de ellos pretendían que manifestara sus propias opiniones y que hiciera algo para ser bien visto por el partido liberal. Pero don Bosco no les daba más que respuestas a medias. Porque rechazar era declararse enemigo de Italia y condescender equivalía a una aceptación de principios que consideraba de fatales consecuencias. Así que no condenaba, ni tampoco aprobaba a nadie. Hubo quien le dijo con enojo: ->>Y no sabe usted que su existencia está en nuestras manos? Pero don Bosco aparentó no comprender la amenaza. Se presentaba con un aire bonachón, sin afeitar, con la sotana raída, sin lustre en los zapatos y caminando un poco toscamente. Parecía uno de los más apartados curas de montaña. Los empleados del Ayuntamiento, que en aquel momento no le conocían más que de nombre, acabaron por considerarlo como una persona de la que no había que ocuparse, cual si fuera un hombre de pocas luces; y así, siendo despreciado, no era temido. Nos parece ver repetida la estratagema de David en la corte de Aquis, rey de Seth. 1 1 Akis, rey de Gat (I Samuel, 21, 11). (N. del T.) (**Es3.233**))
<Anterior: 3. 232><Siguiente: 3. 234>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com