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((**Es3.224**) >>Al salir de la iglesia, una turba de muchachos rodeó a don Bosco y al teólogo Borel. Uno prometía llevar al nuevo Oratorio a su pariente, éste a su vecino, aquél a su amigo. Los dos sacerdotes tuvieron el feliz presagio de que, por la misericordia de Dios, la nueva obra no fracasaría. >>La víspera de la gran fiesta de la Inmaculada ya estaba preparada la capilla, que se iba a dedicar a San Luis. Las caridad de varios bienhechores y bienhechoras, que constituían entonces los llamados cooperadores de don Bosco, había preparado un cuadro del Santo, candeleros, velas, manteles, alba, casulla, capa pluvial, bancos, reclinatorios, un pequeño armario y una mesa para la sacristía. Algunas piadosas señoras bordaron la mayor parte de los ornamentos. Los pocos objetos que aún faltaban para las funciones sagradas, se llevaron del Oratorio de San Francisco de Sales o se pidieron prestados a la parroquia cercana. >>Amaneció el ocho de diciembre de 1847, en medio de una nevada espesa y abundante. Era el tercer aniversario de la bendición, en el Hospitalillo de la marquesa Barolo, de la primera capilla del Oratorio de San Francisco ((**It3.283**)) de Sales, que a partir de aquel día, tomó el nombre del dulcísimo Santo y empezó a ensacharse de modo sorprendente. >>En prenda de que también este segundo Oratorio proporcionaría, como el primero, mucho bien a la juventud, y tendría la misma fortuna, quiso Dios se empezara en la misma fecha, esto es, en un día consagrada a la Inmaculada Virgen María, ángel custodio y poderoso apoyo de las obras más hermosas. >>Los blancos copos de nieve que del cielo caían, eran también un alegre presagio. Parecía, en efecto, que el Señor quisiera indicar que los muchachos de aquel Oratorio se multiplicarían, con el tiempo, como los copos de la nieve, cuya blancura era el símbolo de la inocencia que conservaría o devolvería a sus almas. >>Además, el Santo que se tomaba por patrono y modelo, era prenda segura de un gran bien. Los acontecimientos se encargaron muy pronto de demostrar que todo ello no era pura ilusión. >>El mal tiempo no impidió que los muchachos acudieran al Oratorio en gran número. A las siete de la mañana ya esperaban algunos para confesarse y, alrededor de las ocho, estaba llena la capilla. El teólogo Borel realizó la ceremonia puesto que don Bosco debía atender el Oratorio de Valdocco. Bendijo la capilla, celebró la misa y después dirigió a los muchachos un sermoncito afectuoso, en el que les dijo: (**Es3.224**))
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