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((**Es3.215**) y os lo diré. El Oratorio se abrirá hacia Puerta Nueva, cerca del puente de hierro, en la rambla del Rey, que también se llama rambla de los Plátanos, por los árboles situados a sus lados. Por tanto, deberán ir allí los que habitan por aquella parte; porque les pilla más cerca y también para atraer, con su ejemplo, a otros muchachos de aquellos contornos. ->>Y cuándo se abrirá? -Ya están trabajando los albañiles para preparar la capilla y yo espero que el día ocho del próximo diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de María, podremos bendecirla. Así, lo mismo que hicimos con el primero, abriremos un segundo Oratorio en un día dedicado a la Madre de Dios, y lo pondremos bajo su poderosa protección. ->>Y cómo lo llamaremos? -Lo llamaremos Oratorio de San Luis por dos motivos: el primero, para ofrecer a los muchachos un modelo de inocencia y de virtud como el que nos propone la misma Iglesia en San Luis Gonzaga e imitarle; el segundo, en reconocimiento y gratitud a nuestro Arzobispo monseñor Fransoni que tanto no quiere, nos ayuda y nos protege. >>Qué os parece? >>Estáis contentos? Una estruendosa salva de <> fue la respuesta, seguida de repetidos vivas a San Luis, al Oratorio de Puerta Nueva y a don Bosco. Nunca hubo un plebiscito más inocente, más alegre, ni más unánime. ((**It3.270**)) La noticia corrió en boca de los muchachos al seno de sus familias, y a las escuelas y talleres de la barriada. Empezaron a verse grupos de muchachos que iban a visitar el sitio del nuevo Oratorio. Al ver que era a propósito para sus juegos, quedaban satisfechos, pero cada día que pasaba sin abrirlo les parecía un año. Resultó de este modo que algunas semanas antes de la ignauguración ya era conocidísimo el Instituto por todas aquellas partes. Pero no a todo el mundo cayó bien la determinación tomada por la señora Vaglienti. Tenían en aquel sitio algunas lavanderas su vivienda, su tendedero y las pilas para lavar. Apenas supieron que don Bosco había alquilado el local para establecer un Oratorio, se pusieron hechas unas furias y calentándose las cascos unas a otras, determinaron acometer juntas al pobre sacerdote y disuadirlo de su contrato, a base de amenazas e injurias. Así que un día en que don Bosco y la señora Vaglienti fueron a visitar los locales alquilados para ver lo que procedía arreglar, se vieron cercados de una docena de aquellas mujeres. Con los carrillos encendidos como amapolas, (**Es3.215**))
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