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((**Es3.213**) emigrar a otra parte, como hacen cada año las grullas y las golondrinas? -Me parece, replicó don Bosco, que podemos solventarlo de otro modo. Por varias preguntas que he hecho, he sabido que la tercera parte de los muchachos vienen desde la plaza del Castillo, la plaza de San Carlos, la del Barrio Nuevo o de San Salvario y les toca hacer una y hasta dos millas de camino. Ahora bien, si abriéramos otro Oratorio por aquellas partes, >>no le parece que obtendríamos nuestro deseo, aún permaneciendo aquí? La salida de don Bosco dejó al sabio Teólogo un tanto pensativo. Y después, exclamó con aire alegre: -Optima propositio, (magnífica propuesta). Así conseguiremos dos ventajas: al disminuir el número de muchachos de este Oratorio podremos atender mejor a los que quedan; y además atraeremos al nuevo Instituto a otros muchos que no vienen hasta aquí por estar demasiado lejos. Por tanto, manos a la obra. Los dos amigos estaban perfectamente de acuerdo. ((**It3.267**)) A la mañana siguiente se presentó don Bosco a monseñor Fransoni y le expuso la necesidad y el proyecto de un segundo Oratorio para las reuniones de los días festivos, pidiéndole su apoyo y su iluminado consejo. El dignísimo Arzobispo alabó y aprobó el práctico proyecto, y conocedor como era de las necesidades de la población que le estaba confiada, sugirió que el nuevo Instituto se instalase al sur de la ciudad. Alentado con las palabras del venerado Pastor, fue a exponer su plan al párroco de Nuestra Señora de los Angeles, el cual quedó satisfecho y le prometió la más eficaz ayuda posible. Reanimado con esta respuesta, visitó la zona de Puerta Nueva y vio algunos lugares de aquellos contornos. Después de sopesar las ventajas e inconvenientes de una u otra posición, determinóse a elegir un sitio llamado rambla del Rey, hoy avenida de Víctor Manuel II, en las cercanías del Po. Aquel lugar está ahora cubierto de magníficas edificaciones, cruzado por espaciosas calles y deliciosos jardines; pero entonces no era más que un amplio terreno cubierto de yerbajos, con algunas casuchas esparcidas desordenadamente y sin ningún plan, casi todas habitadas por lavanderas. Como era una zona libre, fuera de la ciudad y además sombreada en su contorno, se prestaba mucho para reuniones populares. Sobre todo los días festivos se reunían allí pandillas de muchachos vagabundos y allí permanecían muchos durante la hora del catecismo y de las funciones parroquiales, creciendo en la ignorancia religiosa y en la ciencia de todo mal. Era, pues, un lugar (**Es3.213**))
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