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((**Es3.204**) de hielo, para dar clase a los grupos faltos de maestro, dedicándoles el mayor tiempo posible>>. Debemos contar entre ellos al conde Cays de Giletta, al marqués Fassati y después al conde Callori di Vignale y al conde Scarampi di Pruney, el cual el 1900, a la edad de ochenta años, hablando con el profesor don Celestino Durando, lloraba de consuelo y de ternura recordando a don Bosco y aquellos primeros años. Junto a los cooperadores fueron apareciendo en el Oratorio las cooperadoras, de las cuales también habló en la referida conferencia: <((**It3.255**)) en su taller. Fue la ocasión que hizo ver la bondad y la utilidad que prestaban las bondadosas cooperadoras. Quisiera yo ahora, para gloria de aquellas señoras turinesas, hacer saber por doquiera cómo, aun perteneciendo a familias conspicuas y delicadas, no tenían repugnancia en tomar aquellas chaquetas y aquellos pantalones asquerosos y remendarlos con sus propias manos; tomar aquellas camisas hechas jirones, que quizá nunca habían visto el agua, tomarlas ellas mismas, digo, lavarlas, remendarlas y entregarselas de nuevo a aquellos pobres muchachos que, ganados por el perfume de la caridad cristiana, perseveraban en el Oratorio y en la práctica de la virtud. Varias de estas beneméritas señoras mandaban ropa blanca, trajes nuevos, dinero, comestibles y todo cuanto podían. Algunas están presentes aquí oyéndome, muchas otras ya fueron llamadas por el Señor a recibir el premio de sus trabajos y obras de caridad>>. Estas santas mujeres se habían agrupado alrededor de mamá Margarita. Fue la primera, juntamente con su hermana, la señora Margarita Gastaldi, madre del canónigo Lorenzo Gastaldi y con ella la marquesa Fassati, después una ilustre dama de la Corte y otras más, que no se desdeñaban de asociarse a la humilde campesina de I Becchi para remendar harapos en su pobre cuartito. Y cuando don Bosco empezó a recoger huérfanos, ellas, con una solicitud maternal se cuidaron de ellos como de sus propios hijos. Todos los sábados llevaban a los alumnos camisas y pañuelos. Todos los meses les cambiaban las sábanas por otras limpísimas y, a veces, apedazadas con esmero. La señora Gastaldi era la que se cuidaba del lavado de la ropa interior. Los domingos pasaba revista de (**Es3.204**))
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