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((**Es3.198**) La cuestión de la sal entre Austria y Piamonte bordeaba ya el período agudo de la guerra, cuando llegó la noticia de que tropas austríacas, so pretexto de defender el reino Lombardo-Véneto, habían ocupado, violando con ello los derechos pontificios, la ciudad de Ferrara. El hecho llenó de indignación el corazón de los italianos y de petulancia a las sectas. Junto a los Vivas patrióticos, se empezaron a oír por todas partes los gritos de: Afuera los bárbaros, abajo Austria. Carlos Alberto, siempre decidido a no separar jamás su causa de la del Papa, se apresuró a hacer saber al Pontífice que estaba pronto a su servicio con su ejército y su escuadra, y en agosto leía el conde Castagnetto al congreso agrario de Casale la carta que le dirigía al Rey, con las siguientes frases: <>. Todos los periódicos repitieron estas frases, las cuales produjeron una triste impresión en cuantos preveían las consecuencias de la guerra. Don Bosco, entre tanto, se daba cuenta de que él solo no podría soportar por mucho tiempo el peso cada vez más gravoso del Oratorio y no encontraba quien quisiera hacer vida común con él y consagrarse del todo y para siempre a la salvación ((**It3.247**)) de la juventud. Hacía algunos años que acariciaba la idea de agregarse a alguna institución ya existente, que le permitiese dedicarse a su iniciativa y le diese los medios para llevarla a cabo. Deseaba vivamente rodearse de hermanos, a quienes comunicar lo que sentía su ardiente corazón. Por su parte, estaba dispuesto a ser obedientísimo a cualquiera que, en tal Instituto, se le designara para mandarle; más aún, hubiera preferido llevar adelante su plan, paso a paso, guiado por la obediencia a un superior. <(**Es3.198**))
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