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((**Es3.180**) -He oído decir que usted necesita sacerdotes que la ayuden a dar el catecismo y a orientar por el buen camino a estos muchachos. Si me cree capaz de ayudarle en algo, me ofrezco incondicionalmente. ->>Y quién es usted? -El teólogo Albert. ->>Ha predicado alguna vez? -Alguna vez, respondió humildemente. Pero, si hace falta, me prepararé. Y, si no es para predicar, también necesitará usted quien le ayude a enseñar catecismo, a escribir, a copiar... ->>Ha dirigido alguna vez Ejercicios Espirituales? -Todavía no, pero si me da un poco de tiempo, me prepararé y probaremos. -Bueno, mire: tengo aquí varios muchachos: unos que viven conmigo y otros que vendrían de fuera y me parece que les iría muy bien hacer unos Ejercicios Espirituales. Prepárese para tal época y ya veremos. Yo pude reunir unos veinte muchachos y fueron los primeros Ejercicios Espirituales que se hicieron en el Oratorio>>. Formaban un grupo de heterogéneo de muchachos buenos y malos. No fue admitido ninguno más a los sermones. Algunos de los que asistieron, José Buzzetti entre ellos, aseguraban después que los sermones les habían producido extraordinaria impresión. El Señor bendijo aquellos Ejercicios y don Bosco quedó muy contento. Algunos ((**It3.223**)) jóvenes con quienes venía trabajando desde hacía tiempo inútilmente, se entregaron de veras a una vida virtuosa a partir de aquella fecha. Don Bosco quiso, aun a costa de cualquier sacrificio, repetir cada año los Ejercicios, merced a los cuales continuó con un progreso cada vez mayor de verdaderas conversiones y frutos singulares de santidad; durante toda aquella semana siguió, durante varios años, dando de comer a los externos, que llegaban a veces a cincuenta. De estas ocasiones se servía especialmente para conocer su carácter, para animar a una piedad más fervorosa a los tibios, para infundir a los fervorosos más entusiasmo y también para estudiar la vocación de los ejercitantes y encarrilar hacia la carrera eclesiástica a los que reconocía llamados a tal estado. Pero ejercitaba estos cuidados con tal prudencia y espontaneidad, que, a la par que dejaba a los muchachos en plena libertad de acción, excitaba en ellos un gran amor a Dios y a las cosas celestiales y un gran desasimiento a las de este mundo. Su gran corazón experimentaba (**Es3.180**))
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