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((**Es3.166**) compadecía al verlos tan abandonados; más de una vez se le oyó exclamar: -íQué pena me dan estos pobres chicos! íMe dejan el corazón hecho pedazos! Tal era su preocupación, que hacía tiempo andaba pensando, juntamente con el teólogo Borel, el modo y manera de construir un pequeño asilo-hogar. Habían lanzado una sonda al señor Pinardi para saber a qué precio vendería su casa y la respuesta había sido: íochenta mil liras! Don Bosco no replicó, pero en su mente comenzó a brotar un proyecto vastísimo, con tal fortaleza de ánimo, que ninguno de sus contemporáneos pudo superar y que logró ver realizado antes de morir, de acuerdo con la finalidad que se había propuesto. Un poder misterioso le empujaba siempre hacia adelante. Así que, aunque falto de toda suerte de bienes, se resolvió a poner manos a la obra diciendo: -Comencemos; ya vendrán los medios. Preveía con certeza que se avecinaban tiempos calamitosos, pero también sabía que <>1. ((**It3.204**)) Y sin más, preparó un rincón donde alojar por la noche a los muchachos que viese más necesitados de aquella caridad. El rincón era un pajar junto al mismo Oratorio. Metió en él un poco de paja, algunas sábanas y mantas y, a falta de éstas, unos sacos donde poderse rebujar. No podía hacer más, porque aún no disponía de todas las habitaciones. Pero esta su paternal solicitud empezó con mala suerte. >>Qué sucedió? Era una noche del mes de abril de 1847. Por haberse entretenido más tiempo de lo normal a la cabecera de un enfermo, volvió don Bosco a su casa bastante tarde. Atravesaba los campos, entonces llamados de la Ciudadela, hoy cubiertos de grandiosas edificaciones. Estaba ya cerca de los cuarteles de la calle Dora Grossa (hoy calle Garibaldi) y al principio de la avenida Valdocco, cuando se tropezó con un grupo de unos veinte jovenzuelos barbiponientes, que no sabían de don Bosco ni del Oratorio. Al ver llegar a su encuentro a un cura, empezaron a zaherirle con pullas pocos finas. -Los curas son unos avaros, decía uno. -Orgullosos e inaguantables, añadía otro. -íHagamos la prueba con éste!, gritó el tercero. 1 Eclesiastés XI, 4. (**Es3.166**))
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