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((**Es3.131**) mientras confesaba. El penitente, que se daba cuenta, callaba; y sin atreverse a despertarlo, después de esperar un rato, se sentaba en el reclinatorio. Pasaba una hora o dos, don Bosco se despertaba con el rumor de los muchachos que roncaban. Eran las tres o las cuatro de la mañana y la sacristía del Oratorio presentaba una escena única. Un muchacho dormía de rodillas como estaba, con la cabeza apoyada en un ángulo de la sala; otro, sentado sobre los talones; éste, en cuclillas con la cabeza en los brazos cruzados sobre las rodillas; aquél, sentado con las piernas estiradas y apoyadas las espaldas contra la pared. Algunos, con la cabeza reclinaba, en las espaldas del compañero; varios, acostados sobre el pavimento. Don Bosco contemplaba conmovido el espectáculo. Pensar que aquellos muchachos se encontraban fuera de su casa, sin que sus padres se dieran ninguna prisa en ir a buscarlos, abandonados totalmente a su antojo, acostumbrados antes a merodear durante la noche por la ciudad, libres para cometer cualquier tropelía, y después tener como legítima consecuencia de sus actos la cárcel y las galeras en este mundo y quizá la eterna perdición. Y con todo, estar ahora allí tan pacientes, perseverando en su próposito de confesarse, y así tranquilos , alejados de todo peligro de mal obrar. Al moverse don Bosco, alguno se despertaba, miraba a su alrededor y después se sonreía al sonreír don Bosco. ->>Qué hacemos aquí? -Ya no vale la pena irnos a casa. -Entonces confesémonos. Y se reanudaban las confesiones. Los que se habían despertado se acercaban los primeros y dejaban dormir a los demás. ((**It3.158**)) Después se iban despertando uno a otro de modo que pudieran prepararse algo. En tanto rompía el alba, llamaban a la puerta repetidamente y entraba la turba de muchachos que venía al Oratorio. De nuevo invadían la sacristía otros penitentes y se reanudaban las confesiones, sin interrupción, hasta las nueve o las diez de la mañana. <<íCuántas veces, nos contaba José Buzzetti, vi a don Bosco en aquellos años pasarse toda la noche confesando a sus muchachos y encontrarse por la mañana sentado en el mismo confesionario donde se había colocado al atardecer!>>. Sucedió una noche, vigilia de gran solemnidad que, después de sonar las diez, quedaba todavía un buen número de penitentes por confesar. (**Es3.131**))
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