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((**Es3.123**) Reunió entonces don Bosco unos cincuenta muchachos que tenían buena voz, inteligencia despierta y oído fino. Hizo aprender a algunos unos ejercicios de intervalos y escalas; otros pocos, que pertenecían a la antigua escuela, de la que ya hemos hablado, estaban acostumbrados, por la práctica, a su método, adaptado únicamente a ellos y al estilo musical de don Bosco; la mayoría, sin embargo, nunca había cantado e ignoraba por completo los primeros elementos de este nobilísimo arte. Pero don Bosco, que deseaba a toda costa celebrar las fiestas con los cantos de sus muchachos, no se desanimó a la vista del largo tiempo que precisaba para que aprendiesen de oído y retuviesen en la memoria los motivos musicales. De acuerdo con su ignorancia y la necesidad, y como no encontraba músicas fáciles, compuso una misa y un Tantum ergo, y otros salmos de vísperas para añadir al repertorio por él compuesto en los años anteriores, como ya hemos dicho. Sacaba sus armonias, con alguna modificación, de las ((**It3.146**)) canciones religiosas que los jóvenes ya sabían, y añadiéndoles algunas notas de introducción o para final. Mezclaba trozos de canto gregoriano, tomados del antifonario y del gradual, que le parecían más majestuosos y devotos, haciendo ligeras modificaciones o acordes. Algunos motivos sencillos eran de su invención, especialmente en los solos. Este trabajo suyo, aunque parezca tan insignificante como para no tenerlo en cuenta, era, sin embargo, y lo decimos con franqueza, un principio lejano de las reformas de la música sagrada, por él vivamente deseada. En efecto, había muchos maestros, poco instruídos y poco amigos del estudio, que siguiendo la corriente de los tiempos, escribían a troche y moche el Kyrie, el Gloria, el Credo y las otras partes cantanbles de la misa, uniendo coros y solos de óperas teatrales. Lo mismo hacían para las Vísperas; y se oía cantar el Tantum ergo y el Genitori con el motivo de <>.1 Palabras sagradas y música profana. Don Bosco no podía sufrir esta especie de sacrilegio. El se sentaba a la espineta, colocaba ante sí en orden a sus novicios cantores, tocaba una y otra vez la melodía del canto, la cantaba él mismo y se la hacía repetir a su coro, hasta que la aprendían. Pero la clase marchaba a duras penas, puesto que como los alumnos eran obreros, no siempre podían asistir. Al llegar la víspera de una fiesta, distribuía a cada uno la parte que debía ejecutar y aquí se ponía de nuevo a prueba la longanimidad 1 Debía ser una melodía popular profana. (N. del T.) (**Es3.123**))
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