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((**Es2.74**) Quería se dejaran de lado determinados argumentos demasiado profanos, más a propósito para academias literarias que para la iglesia; no podía tolerar que se trataran los temas sagrados como hechos puramente humanos, y se defendieran a base de argumentaciones racionalistas, porque de este modo, decía, dejan de ser palabra de Dios. Aconsejaba no entrar en cuestiones disputadas por los teólogos, dejaba de lado ciertos temas que no conducen más que a excitar el miedo y el desaliento, tales como la predestinación, escaso número de los elegidos, la dificultad del camino de la salvación. <((**It2.85**)) y en las situaciones más difíciles. Cuando queráis infundir un saludable temor, añadía, hablad de la certeza de la muerte, de la incertidumbre de su hora; hablad de los juicios de Dios, de las espantosas penas del infierno; persuadidles de que basta un sólo pecado para condenarse. Hay que repetir hasta la saciedad que el camino del cielo resulta difícil para quien no quiere decidirse, pero fácil para el que tiene buena voluntad. Cuando uno se empeña de veras, desaparecen todas las dificultades, Dios le ayuda con su gracia y abundan los consuelos y estímulos: son tantas las compensaciones, ante una ocasión difícil, que desaparece el peso de la dificultad. El obstáculo más fuerte, contra el cual hay que luchar constantemente, es el de querer servir a un mismo tiempo a Dios y al mundo. Hay que hacer ver la utilidad de la verdadera vida cristiana, pintando sus ventajas temporales y eternas, durante la vida y a la hora de la muerte, la paz del corazón, las alegrías de la oración, la concordia en la familia, el éxito en los negocios, la tranquilidad de la buena conciencia. Hablemos del paraíso frecuentemente; pintémoslo de modo que brote en los corazones el deseo de alcanzarlo 1.>> Ni que decir tiene cómo aprovechaba don Bosco estas lecciones. Dados sus deseos de llegar a saber dirigir las almas en el sacramento de la Penitencia y llevar a todos a amar a Jesucristo, puso todo su empeño en el estudio de la moral práctica, de suerte que aventajaba en ella a sus condiscípulos. Seguía atentamente las lecciones del teólogo Guala y de don Cafasso y atesoraba sus enseñanzas con la agudeza intelectual con la que luego le veremos idear y realizar tantos grandiosos proyectos. Pudo tener a su disposición los trataditos, de 1 Don José Cafasso, por el canónigo Santiago Colombero. Librería Fratelli Canonica, Turín, 1895.(**Es2.74**))
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