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((**Es2.432**) ción al Reverendo don Agustín Gattino, rector de la parroquia. Pero no habiendo podido éste aceptar, por impedimientos que luego se presentaron, el 14 del mismo mes delegaba al teólogo Juan Vola. Don Bosco, que no dejaba escapar la menor ocasión para excitar en sus muchachos sentimientos de fe, para demostrarles la importancia del acto religioso que iban a presenciar, les explicó el sentido misterioso de la sagrada ceremonia y por qué se usaba el agua bendecida por el Obispo para bautizar la campana. Y no dejó de recomendarles que se prepararan a esta hermosa función acercándose a los santos sacramentos. El primer domingo, después de recibida la autorización, el teólogo Vola bendijo solemnemente su campana. El regocijo de los muchachos al verla en alto y luego colocada en el hueco de la espadaña fue grande. Y más aún, cuando su voz argentina esparció por largo rato en los alrededores sus ondas sonoras. En adelante llamaría en todas las fiestas a los muchachos del vecindario con una eficacia parecida a la de un sermón. Las madres decían con frecuencia: -Cuando toca la campana, la víspera por la tarde, nuestros hijos ya no pueden contenerse: piden la chaqueta más bonita y se levantan por la mañana ((**It2.576**)) muy temprano diciendo: -Tenemos que ir a comulgar. La primera ocasión fue la del día de la Inmaculada Concepción, fiesta que se acrecentó con la noticia de una aparición de la Virgen en Francia, en la Salette. Fue éste el tema predilecto de don Bosco; lo repitió más de cien veces, no sólo para despertar en los muchachos la idea del mundo sobrenatural y la devoción y confianza en María Santísima, sino, además, para infundir en ellos el odio a tres pecados que provocan la ira de Jesucristo y acarrean a los hombres tremendos castigos: la blasfemia, la profanación de los días festivos y el comer carne en los días prohibidos. Daba a esto tanta importancia que narró este hecho milagroso en dos opúsculos, que publicó en años diversos con más de treinta mil ejemplares. Podemos nosotros referirlo brevemente y lo transcribimos con sus propias palabras. Puede que a alguien le parezca superfluo, mas no lo creemos así. Entre el número incalculable de maravillas, que tuvieron lugar en el curso de los siglos, por obra de María Santísima, y que don Bosco contaba a sus muchachos, según nosotros recordamos, espigamos las que conmovieron el mundo en vida de nuestro Fundador. De este modo podremos observar la intervención públicamente manifestada de la Virgen en la Iglesia Católica y al mismo tiempo su intervención más escondida, pero igualmente eficaz, en don Bosco y en el (**Es2.432**))
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