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((**Es2.38**) siempre con resultado laudatorio. Además de ayudarle en los estudios, don Bosco le procuró un subsidio de mil liras, de una persona caritativa. El día de su ordenación sacerdotal le exhortó, como hizo con los demás compañeros, a pedir al Señor en la primera misa, la gracia que más deseara, asegurándole que ciertamente la obtendría. Don Palazzolo siguió yendo al Oratorio de don Bosco para repasar la teología moral. Fue un santo sacerdote que trabajó con celo y grandísimo fruto en el tribunal de la penitencia; y fue durante algún tiempo rector del santuario de San Pancracio en Pianezza. A don Bosco le debía esta gran suerte. El le guardó siempre un profundo reconocimiento y, feliz de su dignidad sacerdotal, se dedicó, a su vez, a promover vocaciones eclesiásticas, instruyendo a jovencitos, colocándolos en el Oratorio y ayudándolos con los ahorros que podía hacer. Vivió hasta 1885 alcanzando casi los noventa años. Cuando iba a visitar a su amigo, daba pruebas, con el afecto y la gratitud que le demostraba, de cuánto debía a su amistad. No hay que creer, por lo dicho hasta aquí, que don Bosco perdiera el tiempo en visitas. Sólo se permitió las que debía por gratitud u otras relaciones ((**It2.37**)) particulares. El resto del tiempo estaba siempre ocupado en la casa parroquial o en su propia casa de I Becchi, sin tomarse más recreo o descanso que el necesario. Continuó su lectura predilecta de la Historia Eclesiástica, se dedicó además al estudio de la Teología Moral, como asegura don Giacomelli, consiguiendo así saber de memoria un buen número de tratados, antes de empezar los cursos de Moral práctica en la Residencia Sacerdotal al final de las vacaciones. Al mismo tiempo preparó esbozos de temas predicables. Por cierto que, al predicar, se le escapaban fácilmente palabras rimadas, a causa de las muchas poesías clásicas que sabía de memoria. -Pero, don Bosco: íno hable en verso! -le decían sus confidentes y a veces también algún crítico poco benévolo. Y don Bosco respondía sonriendo tranquilamente: -Para no predicar en consonante, Necesito pensarlo mucho antes. Los compañeros reían y comentaban la agudeza. Mas, por su parte, puso desde el principio todo su empeño en escribir cuidadosamente sus sermones, y no tardó, con diligente atención, en corregirse de aquel defecto. A este propósito afirmaban Turco, Filippello y Moglia que, cuando ellos, sus parientes y paisanos le oían predicar,(**Es2.38**))
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