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((**Es2.336**) A pesar de todo esto, el Vicario de Turín siguió mostrándose enojado. Por consiguiente volvió a llamar a don Bosco al palacio municipal, y después de llamarle sacerdote obstinado, terminó sus palabras con esta explícita declaración: -Tal vez trabaja usted con buena intención, pero el bien que realiza está lleno de peligros. Yo debo guardar la tranquilidad pública; por consiguiente, mandaré vigilarle a usted y sus reuniones. Al primer acto que pueda comprometer, haré dispersar a sus golfillos, y su Señoría me dará cuenta de todo lo que pueda suceder. Salió don Bosco del Ayuntamiento con más confianza que antes; pero fue aquella la última vez que el señor Marqués pudo llamarle, ya sea por algún mal que lo minaba, se vio obstinadamente acometido por un mal de gota, que le obligó a guardar cama, y que después de algunos años de grandes sufrimientos, le llevó a la tumba. Sin embargo, durante el poco tiempo que aún permaneció en el cargo, envió cada domingo algunos guardias municipales a pasar el día junto al Oratorio, con el encargo de vigilar y espiar todo lo que se hacía y decía en la iglesia y fuera de ella. Pero los centinelas, al ver cómo la sola palabra de un sacerdote bastaba para poner en orden a tantísimos muchachos, al contemplarlos cómo se divertían alegremente y en santa paz, al oír los sermones y las instrucciones que les hacían, quedaron muy edificados, y en vez de sosopechar de aquella reunión, muy pronto empezaron a estimarla. Uno de ellos contaba a este propósito un diálogo sostenido entre él y el Marqués, por este estilo. ((**It2.446**)) -Y qué?, le preguntó un día el Marqués; qué ha visto usted, qué ha oído en medio de aquella gentuza? -Señor Marqués, he visto una inmensa turba de muchachos divirtiéndose de mil modos sin una riña, sin un altercado, y me dije: íAh, si todos los jóvenes de Turín hicieran lo mismo, tendríamos nosotros muy poco que hacer, y las cárceles no estarían tan llenas!. Además, en la iglesia he oído sermones que me han asustado y me han dado ganas de ir a confesarme. -Y de política, qué? -De política no se habló ni mucho ni nada; y es natural, porque aquellos muchachos no entenderían ni jota. Por lo que pude deducir, me parece que la política de don Bosco consiste en instruir a sus muchachos para que sean buenos cristianos; en enseñarles a leer, escribir y contar; en asistirles para que no digan ni hagan nada malo durante los juegos; en colocarlos a trabajar con buenos patronos; en (**Es2.336**))
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