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((**Es2.309**)((**It2.408**)) CAPITULO XLIV LA LOCURA DE DON BOSCO -EL LLANTO DE UN AMIGO VERDADERO -LAS PALABRAS DEL PROFETA -DON CAFASSO JUZGA LOS SUEÑOS DE DON BOSCO -AL MANICOMIO -EL AISLAMIENTO -EL TEOLOGO BOREL Y LAS CONFIDENCIAS DE DON BOSCO ESPARCIOSE la voz de las graves dificultades que surgían a cada paso para impedir la buena marcha de la obra de don Bosco, y algunos amigos, en vez de animarlo a perseverar, empezaron a sugerirle que desistiera de su empresa. Al verle siempre preocupado por el Oratorio: que no sabía separarse de sus muchachos, que iba a visitarlos varias veces a la semana en el mismo tajo, que los atendía los días festivos con más solicitud que un padre, que recogía por la calle otros nuevos y que seguía presentándose en las plazas en medio de una turba de golfillos, de los que hablaba con frecuencia a todos, empezaron a temer seriamente que estuviera atacado de monomanía. Algunos condiscípulos del Seminario y de la Residencia Sacerdotal intentaron aconsejarle que cambiara de método en su apostolado. -Mira, le decían; estás comprometiendo el carácter sacerdotal. -Cómo lo comprometo?, respondía don Bosco. ((**It2.409**))-Con tus extravagancias; rebajándote a jugar con los golfillos, dejando que te acompañen con gritos irrespetuosos. Jamás se ha visto esto en Turín; va muy en contra de las antiguas costumbres de un clero tan serio y reservado como el nuestro. Y como don Bosco, sin perderse en palabras, daba a entender que no quedaba convencido de la lógica de aquellos avisos, repetían entre sí: -Ha perdido la cabeza, íya no razona! Hasta el incomparable teólogo Borel, que por otra parte participaba plenamente de sus ideas, empezó a hablarle un día así, delante de don Sebastián Pacchiotti: -Querido don Bosco, para no exponernos al peligro de perderlo (**Es2.309**))
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