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((**Es2.276**) Durante los años siguientes, reimprimió este librito, notablemente aumentado, once veces, y con muchos miles de ejemplares. En estas ediciones queda patente que la Iglesia era su primera preocupación. En efecto, dice así a los lectores: <>. Y terminaba: <>. Don Bosco regaló su nuevo librito a todos los muchachos del Oratorio; los labios de los hijos del pueblo, antes acostumbrados a canciones profanas, repetían el himno Infensus hostis gloriae y el cántico: Luis, rey de los jóvenes, impresos en las últimas páginas. Estos cantos llegaron a ser familiares para miles de jóvenes artesanos, esparcidos por todo el mundo, los cuales ciertamente jamás lo hubieran aprendido sin la obra de don Bosco. Son cánticos triunfales de la pureza, virtud que don Bosco no se cansaba de recomendar con estas palabras: -Qué son los antojos de este mundo? Lo que no es eterno es como nada. Quod aeternum non est, nihil est! Los que se dejan vencer por las pasiones, sorprendidos por la muerte y sepultados en las llamas eternas del infierno, gritarán entre lágrimas: íNecios de nosotros; nos hemos equivocado! (**Es2.276**))
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