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((**Es2.222**) mañana en el Hospitalillo y, después de comer, llevó a sus muchachos a San Pedro. Don Tesio no estaba en casa. Los grandes soportales, el amplio patio y la iglesia, tan a propósito para las sagradas funciones, entusiasmaron a los jóvenes que estaban locos de alegría. Pero íay, su gozo en un pozo! Junto a aquellos sepulcros se escondía un terrible enemigo. No, no era ninguno de los muertos que allí reposaban; era un vivo: íla vieja criada del Capellán! Apenas oyó ésta los cantos, los gritos, el bochinche juvenil, salió de casa hecha una furia y, con la toca atravesada y en jarras, empezó a apostrofarlos con toda la elocuencia de que es capaz una lengua viperina. Aumentó su rabia al ver que algunos empezaban a jugar a la pelota y que una de sus gallinas salía volando del nidal, espantada por un chiquillo, y caía el huevo ((**It2.288**)) por el suelo y se rompía. Con ella chillaba una muchacha, ladraba el perro, maullaba el gato y cacareaban las gallinas; se diría que iba a estallar una guerra europea. Diose cuenta don Bosco de lo que sucedía. Se acercó a la criada. Intentó calmarla diciendo que los muchachos no tenían mala intención; que solamente se divertían, y no cometían ningún pecado; que cualquier pequeño daño se podía tolerar y repararlo rápidamente. íPero era predicar en desierto! En vez de calmarla, el pobre don Bosco recibió toda una lluvia de injurias e improperios. Voceando histéricamente y apretando los puños gritaba ora a los chicos, ora a don Bosco: -Si don Tesio no os echa inmediatamente de aquí, ya sabré yo cómo hacer... Y usted, sí, usted, don Bosco: en vez de atar corto a estos golfos, más que bestias, sinvergüenzas, holgazanes, andrajosos, los educa de este modo? Que no vuelvan a poner aquí los pies el domingo que viene, porque si no, íay de ellos! Pero charitas non aemulatur, la caridad no es jactanciosa 1, y don Bosco, para cortar la molesta discusión, dio orden de terminar el recreo. Luego, dirigiéndose a la mujer le dijo severamente: -Señora, usted misma no está segura de estar aquí el próximo domingo: a qué viene alzar tanto revuelo para decirnos que no dejará de ningún modo que vengamos aquí otro domingo? Dicho esto, se dirigió a la iglesia rodeado de los muchachos. Estaban entre ellos los hermanos Melanotti y Buzzetti que no olvidaron ((**It2.289**)) las visicitudes de aquel día, y, años después, las contaron a don César Chiala, que es quien escribió la narración de las mismas. 1 I Corintios XIII, 4. (**Es2.222**))
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