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((**Es2.22**) grado no hubieran sucumbido tan míseramente y el Cristianismo no hubiera ciertamente obtenido tan felices resultados. ((**It2.14**)) >>Sus apóstoles, sus sacerdotes, sus vírgenes, eran destinados a morir despedazados por los leones en el anfiteatro o en la plaza en presencia de un pueblo que los contemplaba con atención. Y esos apóstoles, esos sacerdotes, esas vírgenes, arrastrados por su sentimiento de fe, de imitación, de proselitismo y de entusiasmo, morían sin temblar, cantando himnos de victoria. Había quien se contagiaba por el ansia de morir; en efecto, se vieron caprichos de tal suerte. Acaso los gladiadores no producían gladiadores? Si estos pobres Césares hubieran tenido el honor de formar parte de la Alta Logia, yo les habría dicho sencillamente que a los más decididos de estos neófitos les hubieran hecho tomar una bebida según receta; y no se hubiera hablado de nuevas conversiones, porque no se habrían contemplado nuevos mártires. En efecto, no se suscitan más emuladores por imitación, ni por entusiasmo, cuando se arrastra al patíbulo un cuerpo sin fuerza, una voluntad inerte y ojos que lloran pero no conmueven. Los Cristianos adquirieron popularidad rápidamente porque el pueblo ama todo lo que le impresiona. Si hubiera contemplado debilidades, miedos y una masa poseída de temblor y escalofríos, les hubiera silbado burlonamente; y el cristianismo hubiera terminado con el tercer acto de la tragicomedia. >>Si yo entiendo que se debe proponer este medio (el veneno), es por principio de humanidad política... Procurad que la muerte en el patíbulo no sea nunca gloriosa, santa, valerosa, alegre y raras veces os veréis en la necesidad de quitar la vida. >>La revolución francesa, que tantas cosas buenas tuvo, se equivocó en este punto. Luis XVI, María Antonieta y la mayor parte de las víctimas de aquella época son admirables por su resignación, su grandeza de ánimo..., no necesitamos esto. En ocasión semejante hagamos que un Papa y dos o tres Cardenales mueran como viejecitas, con todos los sobresaltos de la agonía y el temor de la muerte; y habréis acabado con todas las ganas de imitar ((**It2.15**)) ese sacrificio. Habréis liberado los cuerpos, pero habréis matado el espíritu. >>Hemos de atacar al espíritu: hemos de herir el corazón... Si se guarda fielmente el secreto, ya verás, llegada la ocasión, lo útil que resulta este nuevo género de medicina. Un cuerpo bien pequeño bastó acabar con la vida de Cromwel. Qué se necesita para debilitar al hombre más robusto y presentarlo a los ojos de todos sin energía, sin voluntad y sin valor, en manos de sus verdugos? Si no tiene energía para empuñar la palma del martirio, tampoco alcanzará su aureola:(**Es2.22**))
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