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((**Es2.196**) la santa misa en ella, dar la bendición con el Santísimo y hacer triduos y novenas. Un sencillo ((**It2.250**)) altar de madera en forma de mesa, con los paramentos estrictamente necesarios, pero con su sagrario dorado y un pequeño trono con dos angelitos en adoración, una capa pluvial, una casulla multicolor, un viejo estolón y los demás ornamentos sagrados indispensables. Muy pronto se prepararon cuatro sotanitas para los improvisados monaguillos. La marquesa Barolo dio setenta liras para comprar veinte candeleros, treinta para la tapicería y veinte para las sobrepellices. Se inauguró en un día de siempre grato recuerdo para don Bosco, el ocho de diciembre, fiesta de la Inmaculada, bajo cuyo manto maternal había colocado al Oratorio y a sus hijos. En esa fecha, pues, bendijo don Bosco la primera capilla en honor de San Francisco de Sales, celebró la santa misa y repartió la sagrada comunión a varios jóvenes. Algunas circunstancias hicieron memorable esta sagrada función. La primera, la pobreza de la capilla. Faltaban reclinatorios, bancos, sillas; hubo que contentarse con unas banquetas que se tambaleaban, unas sillas desvencijadas y algunos asientos que amenazaban caerse. Pero la divina Providencia no tardó en llegar, ni faltó la caridad de buenas personas. El tiempo, por su parte, no pudo ser peor; pero no impidió que acudieran los muchachos en gran número: tan grande era su interés por el Oratorio y por quien lo dirigía. La nieve alcanzó gran espesor aquella mañana y siguió cayendo como sobre las laderas de las montañas, acompañada de viento y remolinos. Como hacía mucho frío, hubo que llevar a la capilla un brasero; y se recuerda que al atravesar con él, al aire libre, los copos que caían dentro producían un alegre chisporroteo. Los muchachos no olvidaron nunca las lágrimas que vieron correr por las mejillas de don Bosco ((**It2.251**)) mientras se desarrolló la sagrada ceremonia. Lloraba de satisfacción, viendo de qué manera se iba consolidando la obra del Oratorio, ofreciéndole asi comodidad para recoger un mayor número de niños e instruirlos cristianamente y alejarlos de los peligros de la creciente inmoralidad e irreligión. (**Es2.196**))
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