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((**Es2.145**) -Pero cómo se ha dignado usted a venir a casa del verdugo? -Yo sé que usted es un buen cristiano (y esto era verdad, pues todas las mañanas en que había una ejecución, mandaba cinco francos a una iglesia cercana, para que se celebrara una misa por el condenado a muerte) y esto me basta y quiero que seamos buenos amigos. Aquel pobre hombre, que en su vida se había visto tratado tan amablemente por personas distinguidas, estaba fuera de sí y ponía a disposición de don Bosco cuanto tenía en casa. Don Bosco se sentó y llegó el café con una sola taza. -Otra taza, dijo don Bosco; quiero que lo tomemos juntos. -Eso si que no, repuso el verdugo; sería demasiado honor que yo tomara el café en su compañía. ((**It2.181**)) Pero allí estaba ya la segunda taza. Don Bosco la llenó y se la ofreció al verdugo, el cual apenas pudo beberlo: sentimientos nuevos, jamás experimentados, casi no le dejaban respirar. Después de tomar el café, don Bosco se entretuvo todavía un rato y se retiró, dejando a aquella familia encantada de su inesperada visita. Corrió la noticia rápidamente entre los guardianes, los cuales decían admirados que don Bosco era un gran hombre, un santo sacerdote, y que estaban dispuestos a darle gusto ante cualquier favor que les pidiese en beneficio de sus queridos presos. Ellos le informaban de la entrada de nuevos detenidos y de sus disposiciones o tendencias; eran tolerantes cuando había pasado la hora de su permanencia allí; le avisaban enseguida, si había alguno grave en la enfermería. Por esto, cuando más tarde se dieron órdenes severas contra la frecuencia de las visitas de don Bosco a las cárceles, sin embargo, él tuvo siempre libre acceso, desde luego con prudente circunspección, hasta 1870. Don Bosco se servía, además, de este ascendiente para inducir a los mismos carceleros a ajustar las cuentas de su conciencia con Dios. Les decía: -Vosotros, ejecutores de la justicia humana, tened cuidado para no caer en manos de la justicia divina. Y sus palabras eran siempre bien recibidas. Los guardias iban muchas veces a visitarle al Oratorio y a confesarse. El mismo verdugo fue muchas veces, durante varios años, a las funciones de iglesia de Valdocco, hasta que fue reconocido por los muchachos, los cuales, manifestaron repulsión a su persona y él cesó en sus visitas hacia 1870. Pero en sus paseos se dirigía siempre a la (**Es2.145**))
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